Basílica de Santa Lucía
del trampal de Alcuéscar: un ejemplo de arte visigótico en Extremadura
Por Antonio Rodríguez Muñoz
Hacia el final del Imperio
Romano, diferentes pueblos de origen germano se establecieron en sus dominios
de la zona europea como tropas para
la defensa de las fronteras contra los invasores bárbaros. Fueron
distribuyéndose por Italia, Las Galias y España. Los más romanizados de estos pueblos, procedentes de
los territorios al Norte del río Nieper, eran los godos,
quienes al final de la decadencia de Roma
y a pesar de haber sido bárbaros estaban tan civilizados como los propios
romanos. Eran tan perfectos ciudadanos del Imperio que solo los diferenciaba
de los otros romanos su religión: el cristianismo arriano, una variante
herética de la fe cristiana mayoritaria
en todo el Imperio.
Uno de estos pueblos recién
llegados, los godos, acabaron pronto echando de Hispania a los otros pueblos,
los suevos y los vándalos, estableciéndose como nuevos amos en todo el
territorio una vez desaparecido para siempre el poder de Roma. Como una oleada
de turistas rubios y pelirrojos, se habían enamorado del país que semejaba para
ellos el paraíso: un sitio maravilloso donde vivir lejos de los fríos del
brumoso Norte. Cuentan que todo les maravillaba, sobre todo el clima y las
frutas; de estas, los higos –una novedad para ellos- los encontraban
deliciosos y los volvían locos. Establecieron la capital en Toledo y aquí se
quedaron.
La identidad del pueblo godo
tiene para nosotros connotaciones bélicas, nos parecen haber sido gentes de
hechuras formidables, de aspecto fiero y belicoso, y costumbres atroces por
cómo se sucedían los reyes en el Trono, muchas veces de forma violenta (de los 34 reyes de la célebre lista, diez murieron de modo sangriento,
algunos a manos de sus propios allegados). Pero nos dejaron también el
testimonio de sus obras, y por ellas podemos deducir que eran a la vez que
violentos hombres sensibles de gustos exquisitos y almas nobles, como el rey Recesvinto,
San Isidoro de Sevilla, San Leandro o nuestra querida figura histórica el
obispo San Atón y muchos otros.
En el Museo Arqueológico de
Badajoz y también en Mérida, podemos admirar las Piedras Góticas, una serie de
estelas, frisos, fustes de columnas, etc. maravillosamente labrados; restos de obras que
desgraciadamente no han llegado enteras hasta nosotros. Pero a propósito de la
región extremeña milagrosamente ha perdurado hasta nuestros días una obra
maravillosa: la Basílica de Santa Lucía del Trampal en
Alcuéscar. Este templo visigótico es el único existente en toda la mitad sur de
la península. Se considera edificado sobre restos de otro templo de origen
pagano por haberse encontrado en sus cimientos, en las excavaciones previas a
su reconstrucción, piedras con inscripciones romanas.
Bajo sus arcos existieron en otro
tiempo columnas, impostas, frisos, estelas y capiteles de mármol con trabajos
de talla que ornamentaban el templo, hoy desaparecidas, y que debieron haber
sido expoliadas en épocas pretéritas
para la construcción de casas particulares. La existencia de esta iglesia había
sido conocida desde siempre por toda la gente de las cercanías por haber sido
además lugar de romería de los lunes de Pascua hasta los primeros años del
siglo XX y es insólito que no fuese advertida por alguien con discernimiento
que se percatara de su importancia hasta 1980. Desde ese momento, las
autoridades se han preocupado por su recuperación empezando por
declararla Bien de Interés Cultural; deteniendo así su deterioro y comenzando su
recuperación. Hay que agradecer que aunque mutilada, haya llegado hasta
nosotros, y debemos procurar su total recuperación con todo el interés y los medios
a nuestro alcance, entregando esa delicada tarea a personas de claro
entendimiento y criterio artístico para
terminar de recomponer esa preciosidad cuyo rescate tenemos la sagrada
obligación de legar a nuestros sucesores en las mejores condiciones.
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La Basílica de Santa Lucía del Trampal, en Alcuéscar, es el único templo conservado del periodo godo en el sur de la Península Ibércia |
Cronológicamente la construcción
de la basílica de Santa Lucía del Trampal hay que datarla en el siglo VII,
igual que las otras cinco o seis construcciones visigóticas de este tipo que
permanecen en pie en la mitad norte de España. Todas ellas situadas en lugares
de difícil acceso, apartadas de los caminos más transitados y lejos de las
zonas de influencia islámica, lo que facilitó su conservación. La mayoría eran
iglesias o pequeños monasterios sin reglas monacales. No había patrones comunes
para su construcción, lo que hace que sean tan distintas, así que podemos decir
que la de Santa Lucía es única en la Península
Ibérica y por consiguiente en el mundo.
Para los amantes de estas cosas,
es oportuno decir que Santa Lucía del trampal en Alcuescar, es un lugar digno
de ser visitado. Allí se puede admirar esta obra única y magnífica sin tener
que viajar lejos, pues está a tan sólo treinta kilómetros de Mérida, lo que nos
puede llevar poco tiempo alcanzar desde cualquier punto de Extremadura. Otro asunto
de interés para los que quieran a la vez pasar un buen día si deciden ir, es lo
interesante de la gastronomía de la zona, como también la de la cercana Montánchez
y sus interesantes vinos de cosechas propias.