Descripción


Presentación de la revista digital de la Universidad de Mayores

Esta es la versión digital de la revista Aula Magna, una publicación que aprovecha las virtudes de las nuevas tecnologías –la inmediatez, el aumento de la capacidad, la continua renovación de contenidos… las posibilidades, en suma, de un formato no sujeto a las limitaciones del papel--, pero mantiene el mismo espíritu que ha animado a la revista Aula Magna desde sus inicios, hace una década: servir de vehículo de informaciones, de conocimientos, de contraste de pareceres, de la Universidad de Mayores de Extremadura (UMEX).

La versión digital de Aula Magna es una especie de plaza pública en la que será visible lo que merezca celebrarse o discutirse, lo que merezca conocerse más allá del aula, lo que importe a los integrantes de la UMEX tanto en su condición de estudiantes y como de ciudadanos, porque Aula Magna pretende reflejar la realidad de la UMEX, desde conferencias a lecciones magistrales; desde acontecimientos culturales, divulgativos o de ocio a crónicas de viajes de estudios, y de acoger cuantos asuntos sean de interés para los alumnos.

Cada persona matriculada en la Universidad de Mayores está llamada a participar en la elaboración de la revista digital. Todo el mundo puede aportar su experiencia, sus conocimientos y también sus críticas para difundir, con la mayor riqueza de contenidos posible, la realidad de la UMEX.

Los interesados en aportar ideas, elaborar contenidos, reflejar experiencias, pueden contactar con:

Antonio Tinoco: atinocoardila@gmail.com
Antonio Medina: casacastillo1@telefonica.net
Antonia Marcelo: a.marcelo.garcia@hotmail.es
José Manuel Cordero Paniagua: jomacorpa@hotmail.com
Ramón Brito: rabrigo@hotmail.com
Andrés Sánchez Maján: asmajan51@gmail.com
Antonio Rodríguez Muñoz: rodmunnio@hotmail.com
Antonia Gómez Serrano: pilargs57@gmail.com

martes, 23 de abril de 2013

CRÓNICAS VIAJERAS - SAN PETESBURGO

 

CRÓNICAS VIAJERAS

SAN PETERSBURGO,

LA CIUDAD DE LOS ZARES

Una ocasión para que los viajeros puedan contemplar la belleza y la expresión del arte ruso

Por Antonio Medina Díaz*



Vista del Ermitage, uno de los museos más importantes del mundo, desde el río Neva
 















Llego a San Petersburgo (la ciudad de Pedro, capital de los zares) después de salir la tarde anterior  de Tallín, capital de Estonia, y navegar hasta la mañana siguiente sin apenas perder de vista el sol de medianoche. Al amanecer, el barco fondea en los nuevos muelles construidos a las afueras, alejado de la isla Vasiliesky, puerto marítimo de la ciudad, en terrenos conquistados al Báltico junto a otros cruceros que traen miles de turistas. Se puede llegar también a la ciudad por vía aérea utilizando el aeropuerto de Púlkovo, que cuenta con dos terminales y se encuentra a una distancia de 17 kilómetros de la ciudad.
San Petersburgo,  fundada en mayo de 1703 como capital del Imperio Ruso, es la segunda ciudad en importancia de Rusia tras Moscú y cuenta con una población de más 5,5 millones de habitantes. La tramitación de la aduana es lenta. Después de una espera de varios minutos llego a  una de las  ventanillas que franquean el pasillo de salida. Una policía rubia, de ojos intensamente azules que ensalzan su belleza, me solicita el pasaporte con amabilidad y el visado de entrada, que revisa y escanea durante unos momentos. A continuación sella los documentos  y mientras me los entrega me desea en inglés una feliz estancia en la ciudad y accedo a la terminal que queda bastante alejada del centro.
Marina, una rusa muy joven con típicos caracteres eslavos, licenciada en Filología Hispánica que habla un perfecto castellano, nos servirá de guía en nuestra primera incursión por tierras rusas. Comenzamos a visitar la ciudad que por sus malecones me recuerda París; por sus numerosos canales, Amsterdam. Por el número de puentes y la cercanía del mar se asemeja a Venecia; por sus zonas pantanosas a Versalles y por el verdor de los parques a Londres... O tal vez fuera esa la idea que llevó a su fundador, Pedro I, a pensar en su creación para trasladar a las riberas planas del río Neva sus ideas y pensamientos en  esa empresa que había concebido para construir allí la nueva capital, encarnación del orgullo y la gloria del Estado Ruso.
San Petersburgo es una ciudad  llena de belleza, como una ventana abierta a Europa donde el arte, la vida social y cotidiana conviven con las tradiciones rusas. Llamada
también Petrogrado y Leningrado desde 1924 hasta 1991, ha sabido borrar las huellas del terrible cerco al que fue sometida por el ejército alemán durante 900 días en la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad es Patrimonio de la Humanidad.
En unos minutos tras atravesar el río Neva y nos adentramos en la ciudad para realizar un viaje panorámico. Llegamos a la avenida Nevsky, recta como una flecha, calle mayor, centro comercial, financiero y neurálgico de la ciudad. Andando nos acercamos a la catedral de San Isaac y al monumento al zar Nicolás I junto al bulevard del Almirantazgo. Atravesamos varios canales con sus puentes y nos acercamos al Museo ruso situado en el palacio Mijailovsky, donde se alojan alrededor de 400.000 piezas y obras de arte medieval, iconos, joyas y utensilios eclesiásticos.
Dejando a un lado el museo nos dirigimos a la iglesia de la Resurrección de Cristo (El Salvador sobre la sangre derramada), símbolo nacional de la arquitectura rusa con un precioso cimborrio que se encuentra en la parte oeste  del templo y señala el lugar de la tragedia y planta formando cinco pétalos. Construida en el lugar del asesinato del zar Alejandro II.  Es la más “turística” y presenta una fantástica decoración de mosaicos en el exterior e interior.

Iglesia de la sangre derramada.

Marina nos ha ido describiendo las más importantes características de la ciudad. Nos dice que el Metro cuenta con 70 estaciones, cinco líneas y tiene el record de ser el de mayor profundidad del mundo, ya que en ocasiones, para salvar las zonas pantanosas, pasa por debajo de los 100 metros del suelo. En algunas estaciones se accede por una empinada escalera mecánica, la de mayor longitud, 101 metros, se encuentra en la estación Plóschad Lenina de la línea l. Las principales estaciones ofrecen una decoración majestuosa (mármol, mosaicos, esculturas) o reflejan algún acontecimiento histórico. Es el transporte más popular y eficaz usado diariamente por más de dos millones de pasajeros.
 El precio del viaje en tranvía viene a ser de 25 rublos y algo más el del Metro. Un periódico viene constando 0,5 euros, 1 litro de gasolina sale por algo menos de un euro y los libros se venden desde 6 a 9 euros. En aquellos momentos el euro se cambiaba por 40 rublos. El rublo se divide en 100 kopek. Los cambios son necesarios realizarlos en las Obmen Valyuti (Cambio de divisas), donde cobran una comisión de 25 rublos. Aceptaban las tarjetas y se  puede pagar en euros en algunos comercios, pero el cambio lo realizan en moneda rusa.

Sol de medianoche, que fue contemplado por los pasajeros


















El salario medio se podía cifrar en 500 euros, elevándose a 2.000 el de profesiones como médico o profesor. No obstante, las privatizaciones habían hecho muy ricos a poca gente, aunque el Estado continúa controlando un porcentaje del 10% de  empresas y cooperativas de viviendas que había construido. El coste de la vida es bastante alto, San Petersburgo está dentro de las cuarenta ciudades más caras del mundo, después de Moscú. He aquí unos precios: 1 café viene costando 1,5 euros; una botella  de agua de 0,6 a 2 euros; una cerveza puede costar entre 1,50 y 4,5 euros dependiendo de la categoría de las cafeterías. Pregunté por el precio del caviar en unos grandes almacenes: los envases más pequeños de una marca normal no bajaba de los 90 euros; la lata de Beluga estaba por 150 euros. Existen sucedáneos de caviar negro hechos de proteínas de pescado que se venden como caviar auténtico, porque es difícil leer la etiqueta. Un sucedáneo se llama “iká tsarskaya” y está envasado en una lata parecida a la auténtica. El caviar más frecuente es el rojo y más barato. Desistí de comprarlo. Comprobé que el vodka tenía un precio asequible, por 6 o 7 euros podías comprar una botella de buena marca. Los regalos preferidos eran las célebres matriuskas y los gorros de piel para el invierno, así como los diversos productos fabricados con ámbar que eran bastante asequibles.
Las visitas programadas por los guías turísticos son, entre otras, la catedral de San Pedro y San Pablo, ubicadas dentro de la fortaleza con las tumbas de los zares, incluyendo el último zar Nicolás II con su familia.
 La catedral de San Isaac, es la más grandiosa de la ciudad y famosa por su cúpula. Su altura es de 101,5 metros. Aparte de ver la catedral con una espectacular decoración interior, se puede acceder a la parte superior para disfrutar de una preciosa vista panorámica.
En los cruces siempre veremos la palabra CTOI  que significa STOP.
San Petersburgo está muy bien trazada, con grandes avenidas que la recorren en todas las direcciones.  Una de ellas, la avenida de Moscú, es muy extensa y va dejando a los lados monumentos  conmemorativos de personajes y batallas célebres como la plaza de la Victoria, con el monumento a los defensores de Leningrado; estatua de la Madre Patria; grupo escultórico de los obreros; el Ministerio de la Defensa, entre otros. Nos dirigimos por una moderna autovía hacia la ciudad de Pushkin para llegar al palacio y residencia imperial de verano de Catalina la Grande.

Cartel de la Avenida Nevsky, una de las más importantes de San Petersburgo


San Petersburgo es una ciudad que aprecia la cultura. Cuenta con numerosos teatros entre los que destacan el de la Ópera y el Ballet Mariinndky, el Mijailovski, el del Ermitage y el del folclore ruso del palacio Nikolaevsky. El precio de la entrada varía entre 55 y 100 euros, dependiendo del espectáculo. También son numerosos los museos: zoológico, Naval, de Artillería, del Ferrocarril, pero sobresale entre todos el Ermitage, que es el principal museo de la ciudad y de Rusia y uno de los más famosos del mundo.  Situado en pleno corazón de la ciudad, entre el malecón del río Neva y la plaza del Palacio, ocupa cinco edificios unidos (el Palacio de Invierno, el Teatro del Ermitage, el Pequeño Ermitage y el Viejo y Nuevo Ermitage), que forman un hermoso conjunto arquitectónico. En la actualidad atesora más de dos millones y medio de objetos culturales y artísticos de todo el mundo. Su visita nos daría información para otra crónica viajera.
Si te atrae pasear por hermosos jardines, llenos de fuentes y cascadas de agua es recomendable visitar el Gran Palacio Peterhof (el Versalles ruso) situado en la costa del Báltico o el Palacio de Catalina la Grande,  en Pushkin, que no tiene fuentes, pero sí estatuas, estanques y numerosos pabellones.
Es recomendable hacer un paseo por los canales o por el río Neva. De noche, durante los meses de verano, se pueden contemplar las “noches blancas” con el levantamiento de los puentes y la impresionante iluminación moderna de la ciudad; en invierno los ríos y los canales están helados.

*Antonio Medina Díaz fue alumno de la UMEX y es director de la revista Aula Magna



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