Descripción


Presentación de la revista digital de la Universidad de Mayores

Esta es la versión digital de la revista Aula Magna, una publicación que aprovecha las virtudes de las nuevas tecnologías –la inmediatez, el aumento de la capacidad, la continua renovación de contenidos… las posibilidades, en suma, de un formato no sujeto a las limitaciones del papel--, pero mantiene el mismo espíritu que ha animado a la revista Aula Magna desde sus inicios, hace una década: servir de vehículo de informaciones, de conocimientos, de contraste de pareceres, de la Universidad de Mayores de Extremadura (UMEX).

La versión digital de Aula Magna es una especie de plaza pública en la que será visible lo que merezca celebrarse o discutirse, lo que merezca conocerse más allá del aula, lo que importe a los integrantes de la UMEX tanto en su condición de estudiantes y como de ciudadanos, porque Aula Magna pretende reflejar la realidad de la UMEX, desde conferencias a lecciones magistrales; desde acontecimientos culturales, divulgativos o de ocio a crónicas de viajes de estudios, y de acoger cuantos asuntos sean de interés para los alumnos.

Cada persona matriculada en la Universidad de Mayores está llamada a participar en la elaboración de la revista digital. Todo el mundo puede aportar su experiencia, sus conocimientos y también sus críticas para difundir, con la mayor riqueza de contenidos posible, la realidad de la UMEX.

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jueves, 31 de octubre de 2013

BARTOLOMÉ DE LAS CASAS. UNA FIGURA POLÉMICA











Tribuna de opinión



Figuras polémicas de la historia



Fray Bartolomé de Las Casas





Por Antonio Rodríguez Muñoz



Fray Bartolomé de las Casas fue un fraile de vocación tardía. Nacido en Sevilla; se ordenó sacerdote hacia los treinta y seis años en la isla La Española (lo que hoy es la República Dominicana), y no fue hasta los cuarenta y nueve años de edad cundo tomó los hábitos de Santo Domingo. Hombre impulsivo de carácter inquieto, luchador infatigable durante toda su existencia; lo que solían llamar nuestros abuelos, un cura de escopeta y perro. Nos lo imaginamos como el prototipo del cura carlista en lo enérgico y temperamental, aunque ilustrado y falto del componente violento y primitivo que presentaban muchos de aquellos curas guerrilleros, y dedicado a una causa más humana. Todos admiramos su genio de incansable batallador que le ocupó toda su dilatada vida en la defensa de la libertad y los derechos de los indios. Hay que valorar como algo muy positivo y loable su vitalidad de incansable viajero a través del Atlántico en su interminable ir y venir de las Antillas a la metrópoli para procurar la implicación de la Iglesia y la Corona en lo que parece haber sido su lucha personal y exclusiva; su porfiar constante contra los que fundamentados en la ley de la selva sostenían que todos los “salvajes” por ley natural junto con sus territorios y sus posesiones, eran propiedad de quienes los descubrían. El dominico Las Casas no sólo tuvo que enfrentarse solo sin más potestad ni asistencia que su moral y su sentido de la justicia contra las autoridades que detentaban el poder civil en las gobernaciones del Nuevo Mundo, si no, contra la propia autoridad eclesiástica de las colonias recién establecidas y también contra el Consejo de Indias, contra letrados y contra todo el que se oponía a los principios morales de la ocupación de un territorio conforme a lo que él sostenía como justo.
En las innumerables diligencias del padre Las Casas para interceder en favor de los indios, iba muchas veces implícita una opinión personal cuestionando la legitimidad de los reyes de Castilla sobre el dominio de las Indias, ya que él no reconocía otro derecho de Castilla para entrar en América, que la evangelización, sin ningún derecho a guerra. Esto por lo que parece no molestaba a nadie; había muchos otros asuntos más importantes por los que preocuparse y casi nadie reparaba seriamente en la opinión del dominico, por más insistente que este se mostrara, y poco a poco en Castilla fueron acostumbrándose a él. En lo referente a los asuntos de América, Carlos V tenía al Consejo de Indias y a un gran número de asesores y consejeros a quienes consultar todas estas cuestiones, y contra fundamentos arcaicos que pudieran no ser válidos, se esgrimían otros más modernos sobre derecho natural y de gentes que validaban el derecho de Castilla al señorío de las Indias. Las Casas también despreciaba en su cándido pensamiento otros títulos legítimos, como son la comunicación y el libre comercio establecido por el derecho natural. No obstante tuvo que resultar desconcertante y debió exasperar enormemente a Las Casas dado su puntilloso sentido de la justicia, como a cualquiera de nosotros nos resulta hoy quinientos años después, la demanda de la que se valían los capitanes expedicionarios como lo tenían ordenado, del aviso hecho formulariamente y en lengua castellana sin la menor validez por la que se declaraba a los indios mediante esos títulos, sin ninguna otra potestad suprema, propiedad del rey de España según se iban conquistando los territorios.
Todos estos conceptos sobre la justicia y el derecho de los indios que Las Casas particularmente tenía, así como todos sus trabajos y desvelos en favor de ellos, los respetamos y valoramos conforme a su sentido de la objetividad y los damos por bien intencionados; pero hay que discrepar seriamente de los libelos y exageraciones de los que se servía para denunciar los métodos de conquista del Nuevo Mundo y que éste célebre varón publicó en contraposición con el sentido común y sobre todo en contra de los intereses y el nombre de España y que sirvieron de subterfugio a sus enemigos para difundir la patraña de la leyenda negra.
El andaluz Las Casas fue un escritor incansable; de hecho estuvo escribiendo toda su vida y ésta fue muy larga para aquel tiempo. Sin la utilidad que su libro “Brevísima Historia de la Destruicción de las Indias” tuvo para los manejos de las naciones adversarias de España en Europa, Las Casas no hubiera pasado de ser más conocido que otro cualquiera de los muchos a los que les dio por escribir de los asuntos contemporáneos de América. El libro carece del mínimo interés literario y es el canon de toda su obra, que representa la insana afectación del amor que siente por los indios; hasta tal extremo lo llevó su pasión por esta causa, que al leer de alguien definirlos como gente de ínfima cualidad intelectual, lo considera él difamación, y a quien lo escribe difamador que incurre en pecado mortal y obligado a restituir el daño. Él en toda su obra difamó a la nación española y ni en un solo momento de su vida pensó que fuese motivo de imputación o que estuviera obligado a restitución; mientras creía que definir la intelectualidad del indio, era pecaminoso. El dominico peca como mínimo de imprudente irresponsable por el perverso uso que hicieron de su libro holandeses e ingleses principalmente, el cual está lleno de absurdas exageraciones e inventadas atrocidades que él esgrime como irrecusable barbarie de los españoles en la conquista de América.
Para los protestantes en plena efervescencia reformista, el libro del dominico tuvo que haber sido un instrumento formidable para difamar al catolicismo; y a los ingleses les vendría de perlas además para resarcirles un poco cuanto menos de la pésima fama de ladrones y criminales sin escrúpulos que se echaron encima capitalizando a su imperio en ciernes con el producto de la piratería y el robo que cometían contra España. Tal vez pensando que al propagar por el mundo la malvada forma de ser de los españoles que Las Casas denunciaba en su libro, quitaría peso ante la opinión pública a su índole de ladrones, al robar a tan inhumana gente. Ellos se lo roban a los indios torturándolos y matándolos y nosotros se lo robamos a ellos; luego, no hay delito, si no, que lo que hay es un acto de suprema justicia. Calcularían ellos.
He aquí otra vez a la fama perpetrando otro de sus innumerables actos de injusticia encumbrando a un simplicísimo hombre a tan alto estado de la celebridad por medio del disparate. Las Casas no hubiera pasado de ser un cura con la rara peculiaridad del gusto por darle a la pluma; pero tuvieron que coincidir la candidez, la imprudencia, la irresponsabilidad y las ganas de notoriedad en tan raro varón, con el oportunismo de esas naciones europeas y sus ansias de venganza, para que se produjera lo absurdo. El padre Bartolomé no pretendía con toda seguridad ninguno de los objetivos que inconscientemente alcanzó, y vino sin quererlo, a ser tristemente célebre para la posteridad en España, por el daño irreparable que hizo a su nación.
En su libro La Destruicción publicado en Sevilla a principio de la segunda mitad del siglo XVI podemos ver lo más negativamente significante de toda la obra lascasiana, que fue lo único suyo de verdadera utilidad para los manejos de la Reforma; lo más difundido en la Europa protestante por servirles con tanta eficacia su poder difamador, dando lugar además, a las más encendidas polémicas desde su difusión.

Propensión patológica del padre Las Casas a la exageración

Todos los que conocen aunque sólo sea algo de la obra de Las Casas, coinciden en admitir que exageraba abultando desproporcionadamente los hechos. Pareciéndole poco lo que otros le refieren, él por su cuenta le echa lo que le parece que queda mejor para impresionar más, deformando disparatadamente las cifras y revistiéndolas de caracteres increíbles, sobre todo cuando pondera la maldad de los españoles calificándolos siempre de criminales sanguinarios “hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano” Cuando se refiere a los indios los describe siempre como seres inocentes que: “algunas veces, raras y pocas mataban los indios algunos cristianos con justa razón y santa justicia” Quienes hayan leído algo sobre el principio de las expediciones mandadas a Tierra Firme desde la isla de Santo Domingo donde residía fray Bartolomé, (hay una referencia suya sobre esto que se expone a continuación en sus escritos) sabrá que las expediciones de Alonso de Hojeda y Diego de Nicuesa en dos armadas combinadas con la intención de establecer una colonia en el continente, terminó en fracaso total con el resultado de la pérdida de cerca de 800 vidas de españoles a manos de los “seráficos” indios y sus flechas envenenadas en 1511

El libro “La destruicción de las Indias” comienza describiendo a la isla Española. De ella dice que “estuvo dividida en cinco reinos, uno de los cuales Managuá tiene sobre treinta mil ríos y arroyos, de ellos doce tan grandes como el Ebro, Duero y Guadalquivir. De esos ríos, veinticinco mil son riquísimos en oro. Otro de los cinco reinos, Marién, él sólo, es más grande que Portugal”. Pues bien, no hay más que consultar un buen atlas para saber que la República Dominicana es algo mayor que Extremadura 48.400 Km2 y la otra república Haití es una tercera parte de la primera, mientras que Portugal tiene 88.000 km2 Los doce ríos principales de La Española, se reducen a dos, pero ni mucho menos de la magnitud del Ebro, cosa imposible, dado las pequeñas dimensiones de la isla. De los otros tres reinos no nos da datos geográficos, pero es de suponer que serian (según Las Casas) por lo menos entre los tres, tan grandes como los dos primeros.
El libro entero es un desfile de datos disparatadamente hinchados, tanto si habla de las riquezas de las Indias como cuando describe la maldad satánica de los cristianos. “Comúnmente mataban a los señores y nobles desta manera: Que hacían unas parrillas de varas sobre horquetas y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que poco a poco, dando alaridos, en aquellos tormentos, desesperados, se les salían las ánimas” Y esto otro: “una vez vide que, teniendo en las parrillas quemándose cuatro o cinco principales y señores (y aun pienso que había dos o tres pares de parrillas donde quemaban otros) y porque daban muy grandes gritos y daban pena al capitán o le impedían el sueño, mandó que los ahogasen; y el alguazil que era peor que verdugo, que los quemaba, no quiso ahogallos, antes les metió con sus manos palos en las bocas para que no sonasen, y atizóles el fuego hasta que se asaron de espacio como el quería. Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras infinitas” Es de suponer que fray Bartolomé teniendo autoridad moral para impedirlo al estar presente, callaba y asentía ante macabra escena, no siendo por tanto mejor que el propio alguacil que atizaba la lumbre. ¡Qué hombre éste!
Tampoco siente reparos al describir escenas de matanzas de mujeres y niños muy difíciles de creer incluso atribuyéndolas a gente de hace cinco siglos, que en lo que toca a sentimientos humanos como a moral cristiana, es de creer que no podrían ser tan distintos de nosotros. “entraban en los pueblos, ni dejaban niños ni viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete, o le descubrían las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las piernas y daban de cabezas con ellas en las peñas…”

Dominado por una irrefrenable tendencia a la exaltación dice esto otro: “Ya está dicho que tienen los españoles de las Indias enseñados y amaestrados perros bravísimos y ferocísimos para matar y despedazar los indios. Sepan todos los que son verdaderos cristianos y aun los que no lo son, si se oyó en el mundo tal obra, que para mantener los dichos perros traen muchos indios en cadenas por los caminos que andan, como si fuesen manadas de puercos, y matan dellos y tienen carnicería pública de carne humana”

Sobre la despoblación de los territorios por la degollina de los indios a manos de los cristianos dice esto: “De la gran Tierra Firme somos ciertos que nuestros españoles, por sus crueldades y nefandas obras, han despoblado y asolado y que están hoy desiertas, estando llenas de hombres racionales, más de diez reinos mayores que toda España, aunque entre Aragón y Portugal en ellos, y más tierra que hay de Sevilla a Jerusalén dos veces, que son más de dos mil leguas” “Daremos por cuenta muy cierta y verdadera que son muertas en los dichos cuarenta años, por las dichas tiranías e infernales obras de los cristianos, injusta y tiránicamente, más de doce cuentos de ánimas, hombres y mujeres y niños; y en verdad que creo, sin pensar engañarme, que son más de doce cuentos.” (Un cuento es un millón.)

Según el apóstol de los indios, el total de muertes a manos de los conquistadores sumando las cantidades parciales que él da para toda la América hispana a lo largo de cuarenta años es de más de veinticuatro millones. Un solo capitán de las tropas de la gobernación de Panamá, despachó él solito con ayuda de sus hombres (es de suponer que serian como muchos doscientos en total) la increíble cifra de 500.000 sin disponer de hornos ni cámaras de gas. Si los de la “Solución Final” en la Alemania nazi lo hubieran sabido, los habrían declarado gente de una raza superior a la de ellos mismos.
En las 117 páginas que tiene el ejemplar de la edición de La Destruicion que yo tengo, no caben más disparates ni despropósitos. Aunque algo hubo de la injusticia inmisericorde que el dominico nos lega en su testimonio, es por otra parte imposible de creer tan criminal rudeza por varias razones: Aparte de lo horroroso de semejantes prácticas; de la moral y la ética del pensamiento cristiano imperante en aquel tiempo y de la imposibilidad material de hacerlo, está el objetivo y finalidad de matar por matar. Por muy bárbaros que fuesen los cristianos, tendría que resultarles repugnantemente atroz arrebatar un niño de los pechos de su madre para estrellarlo contra las peñas. En todas las expediciones que se organizaban para la conquista del territorio, figuraba siempre como mínimo un sacerdote, además de un escribano, un médico etc. Es de creer que por lo menos el sacerdote que estaba investido de carácter sagrado para los servicios religiosos, representaría alguna autoridad aunque sólo fuese moral, para impedir tanta perversidad como práctica habitual. Luego queda el sentido práctico de la ocupación de un territorio. Si los cristianos asolaban la tierra matando a todos los indios, ¿para que iban a querer los españoles un territorio sin gente? ¿Quién iba a trabajar los campos para siquiera darles de comer? ¿De donde iba a salir el dinero de los tributos?

Ya para terminar, sólo nos queda decir que no quisiéramos atribuir al fraile Bartolomé ninguna carga de mala intención. Aunque sí parece que trata con saña a muchos de los adelantados y capitanes, queremos creer que él actuaba movido por un espíritu justiciero en favor de gente tan desamparada como eran los pobres indios, pero sobre todo, después de leer el capítulo del libro al que nos estamos refiriendo, el que dedica a La Florida, nos asalta la duda cuando trata al pobre Hernando de Soto después de muerto éste, con tanta crueldad y furia diciendo de él: “Y así, el más infelice capitán murió como malaventurado, sin confesión, y no dudamos sino que fue sepultado en los infiernos, si quizá Dios ocultamente no lo proveyó, según su divina misericordia y no según los deméritos dél, por tan execrables maldades.”
No está bien hablar así (y menos un fraile) de un hombre que murió tan lejos de su patria, a quien no se le pueden achacar execrables maldades y que además murió pidiendo perdón. A lo que parece, tal vez por estas cosas suyas, el fraile se quedó solo en su defensa de causa tan piadosa; sospechamos que por la carga de fanatismo que en gran parte lo movía. Seguramente la mayor parte del conocimiento de los hechos de la conquista, le serian facilitados por informes de otros, puesto que él no podía desplazarse desde la Española, a partes tan lejanas como Río de la Plata, Perú o México, y que tuvo por fuerza que recibir toda clase de información, buena, menos buena y mala; sin embargo él en ningún momento deja de referirse a sus paisanos los conquistadores, como viles, sanguinarios, perversos matadores, violadores, tan sin escrúpulos, gente infernal, crueles, etc. etc. Y por fuerza tuvo que haber habido también algunos buenos. Así que sospechamos que debido a su fundamentalismo encendido, fueron todos alejándose de él, dejándolo solo para eludir  los conflictos, como si se tratase de un apestado.





































































































 
 

VASCO NÚÑEZ DE BALBOA, TERCER Y ÚLTIMO EPISODIO

Vasco Núñez de Balboa
 
Último episodio
 
 
El día 29 de junio toda la armada se encontraba en la rada de Darién. Pedrarias despachó un emisario para Santa María del Antigua a anunciar la llegada de la armada y avisando que al día siguiente harían la entrada oficial. Los vecinos quedarían sobrecogidos por el notición, pillándolos totalmente de sorpresa, como la visita de un alto personaje que llega inoportunamente con la casa del anfitrión patas arriba y éste sin saber que ponerse. Balboa se mostraría preocupado por la forma en que debía recibir al nuevo gobernador, pero lo resolvería pronto, decidiendo que iría a su encuentro sencillamente y sin pompa. Por el contrario su nuevo jefe se presentaría con todo el lujo y boato del que era muy amigo. Al frente del cortejo, Pedrarias con su esposa luciendo sus mejores galas. Junto a la pareja principal, el obispo vestido de púrpura para la solemne ocasión. Guardando el orden del protocolo, vendrían detrás los oficiales, el clero, (seculares y frailes), el veedor, el alguacil, el cuerpo médico… Destacando sobre sus cabezas y ondeando al viento, el pendón de Castilla, el palio con los demás estandartes religiosos, y los otros pendones proclamando el orgullo de la nobleza. Los segundones de la aristocracia venida a menos que formaban el grupo de los nuevos asentadores, vendrían detrás, pero separados del grupo de cola que lo formarían los mercaderes, los marineros, los maestres, las prostitutas…
Balboa, se postró ante el obispo y se inclinó ante el gobernador y su esposa, recibiendo de manos de Pedrarias las credenciales con el nombramiento real, y empezó el discurso de bienvenida. Después de la respuesta del nuevo gobernador, vino la presentación de todos los notables; las felicitaciones, los parabienes etc. etc.
Teniendo en cuenta que un gobernador real y un mitrado iban a tomar posesión de sus respectivos gobiernos, la procesión tuvo que haber sido de una calidad exquisitamente ceremoniosa. Tocado con su mitra, el obispo con caminar solemne, acompasado por el sonido de su báculo al golpear el suelo, tendría que ser parado por los antiguos pobladores a cada poco para besar su anillo, y él, con su mano, iría impartiendo bendiciones con la señal de la cruz a izquierda y derecha a cada rato camino de su sede. Al cabo de un lento caminar, todos se dirigirían a la plaza Mayor donde terminaría la ceremonia, yéndose después cada cual a su casa. En ese momento tuvo lugar el cambio del orden viejo, por el nuevo en la colonia de Darién.
A los pocos días, Balboa entregó al nuevo gobernador un largo memorial que constaba de todo cuanto había hecho en los tres años y medio de su estancia en Darién incluyendo sus experiencias, describiendo el país y sus gentes, con los mapas de las distintas exploraciones que se habían hecho; así como los datos adquiridos por informes de los indios amigos, sobre las otras regiones que todavía no se habían explorado.
Ese mismo día, Pedrarias decretó la residencia de Balboa en Santa Maria, lo que suponía una reclusión del descubridor en la capital, inmovilizándolo por considerable tiempo. Pedrarias tenía sus propios planes y Balboa suponía un obstáculo para él. Se estaban planeando incursiones por los cuatro puntos cardinales de la región y claro está, sin la conformidad ni el concurso de Balboa y en el corto plazo de un mes después de la llegada de la armada. El propósito del nuevo gobernador era enriquecerse lo más pronto posible y le tenían sin cuidado los métodos que se emplearan. La esclavitud de los indios no era posible por haberlos declarado Fernando súbditos de la Corona, pero él se las arreglaría declarándolos rebeldes, de este modo conseguiría esclavos por un lado y oro del despojo a los caciques rebeldes por otro. Balboa suponía un estorbo y Pedrarias se propuso eliminarlo desde el principio.
Una de las razones de tanta premura para las precipitadas incursiones era, que había que ubicar a gran parte de la nueva población en otros puntos de la región; Santa María no podía admitirlos a todos; faltaba tierra para tanta gente. A la vez, esperaban buenos ingresos en oro y esclavos y Pedrarias empleó a fondo a sus fuerzas en correr y devastar la región, destrozando toda la labor pacificadora y la buena política de Balboa. Esta política del nuevo gobernador había de llevar al más rotundo fracaso a todo el proyecto de colonización de la Corona iniciado por Balboa. Pero había otra razón para Pedrarias a tanto despropósito, y era que defraudado porque el otro mar ya había sido descubierto, quería arrebatar a Balboa todo el prestigio y provecho de su obra. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo escribe sobre esto: "el fin desto era, que aunque el Rey supiese que Vasco Núñez avia descubierto la otra mar, é enviase algún favor para él, estuviese la costa poblada por Pedrarias, é impedir a Vasco Núñez el efetto de cualquier merçed que-se le hiciese"
A primeros de agosto, se desató una epidemia de peste en Santa María que se extendió con inusitada virulencia por la superpoblada colonia. A principios del siglo XVI se conocía bien los beneficios del aislamiento como modo de evitar el contagio y la rápida propagación de una epidemia, pero la gente de la colonia no tenia donde ir para impedir la aglomeración. Según cuentan los relatos de la época, la gente moría tanto por la peste como de hambre, a pesar de que los almacenes del rey, se encontraban abarrotados de víveres. "Pero como los officiales querían poner recabbdo en la hacienda real y a ellos no les faltaba de comer (cuenta Fernández de Oviedo) tuvieron poca misericordia con los demás; y para poner mejor custodia en la hacienda de sus majestades, hiçieron haçer un bohío grande en la costa a la par de la mar, a la qual casa llamaron el Toldo" Las Casas, dice esto otro: "Nunca parece que se vido cosa igual, que personas tan vestidas de ropas ricas de seda y aún parte de brocado, que valían muchos dineros, se cayesen a cada paso, muertas de pura hambre" No cabe duda de que por muy extraño que nos parezca a nosotros, con la mentalidad de nuestro tiempo, tuvo que haber sido verdad.
Cuando la epidemia remitió a finales de año, la gente venida de España, se había reducido a la mitad, y bastaron sólo cinco meses para destrozar todos los proyectos de Fernando para la colonización de Tierra Firme. La obra de colonización se había paralizado. Pedrarias y sus hombres alegaron como excusa la epidemia de peste a pesar de que todavía quedaban más de mil hombres. La obra del rey Fernando, pudo haberse llevado a cabo; al de Jerez de los Caballeros, le bastaron sólo 190 hombres para realizar la suya.
Los efectos de la permanencia en Santa María para Balboa decretada por el gobernador eran conocidos por todos los vecino. Se pensaba incoar un proceso contra él que iba a arruinar su vida, Los cargos criminales iban a ser su pretendida responsabilidad en la expulsión de Enciso de la colonia en 1512. El alcalde mayor falló a favor de Balboa diciendo que en aquella acción había tomado parte todo el pueblo, consideró los cargos faltos de lógica y se negó a meterlo en la cárcel. Pedrarias se mostró contrario y muy enojado porque además el alcalde mayor y el obispo le obligaron a poner fin a aquel estado de injusticia y cesar en una investigación secreta contra Balboa por supuestos crímenes anteriores que estaba llevando a cabo y ordenándole abstenerse de cuestiones que sólo competían al poder judicial. No obstante el gobernador ordenó que Balboa permaneciera en la ciudad.
Pero la actitud del gobernador cambió repentinamente. Los agrios modos de Pedrarias hacia el extremeño, se transformaron en clara y empalagosa amabilidad. Fue a primeros de diciembre de 1514 Por esas fechas llegaron cartas del rey Fernando tras conocer el descubrimiento del Pacífico. Eran cartas de reconocimiento y gratitud del monarca para Balboa.
"… esta será para deciros lo mucho que e olgado de ver buestras cartas y en saber las cosas que aueys descubierto en esas partes de tierra nueva de la mar del Sur y del golfo de San miguel , de que doy muchas gracias a Nuestro Señor y así espero que será todo para su servicio, a bos os agradezco y tengo mucho en servicio lo mucho que en ello aveis trauajado y fecho que a sido de muy cierto y berdadero serbidor…" en las cartas del rey al gobernador, le encarecía a éste se asesorara de Balboa en lo concerniente a política de pacificación "porque de la mucha experiencia que dello allá tiene y con la voluntad que nos sirue no puede dexar de acertar en todo y a vos os aprouechará y a mi me fareis mucho pracer y seruicio"
¡El pobre Fernando! Que poco conocía la clase de "hombres de confianza" que sus asesores en Castilla le recomendaban para los asuntos de la Corona en las Indias. Entonces, muchos de aquellos funcionarios casi todos ellos de probada hidalguía y limpieza de sangre, fervientes y devotos católicos, aduladores y falsos servidores de su rey, evitaban astutamente la intencionalidad de sus turbios propósitos llevando sus argumentaciones a la elevada posición del interés nacional para medrar sólo en interés propio. No eran menos inmorales, depravados y corruptos que muchos de los de hoy para desgracia de la vieja España.
En marzo de 1515 llegaron de España dos carabelas con bastimentos y nuevos pobladores. Además venían cartas del rey con el sorprendente nombramiento para Balboa de adelantado de la costa del Pacífico y gobernador de Panamá y Coiba .
"… e a todos los corregidores asistentes, alcaldes, alguaciles, merinos, regidores, caballeros escuderos oficiales e homes buenos de todas las ciudades e villas e lugares de las dichas Yndias, questa merced que yo os fago de dicho adelantamiento de la costa de la dicha Mar del Sur, vos la guarden y cumplan y fagan guardar y cumplir en todo y por todo, segund y como en ella se contiene y contra el tenor e forma della, vos no vayan ni pasen, ni consientan ir ni pasar en tiempo alguno, ni por ninguna manera".
En apariencia, este nombramiento era un gran triunfo para Vasco Núñez, pero se convertía en papel mojado anulando todos los beneficios concedidos por el rey, al someter a Balboa a la superior autoridad del gobernador.
El rey podría ordenar lo que él quisiera, pero bajo cuerda, Pedrarias haría lo contrario. Esta posición de traidor a su señor, no arredraba al viejo gobernador. Mientras tanto continuaba poniendo trabas a Balboa y estorbándole en todo lo que podía. Durante dos años le estuvo aduciendo, que la razón de no permitirle el traslado a su gobernación era la falta de hombres, mientras mandaba expediciones a la zona del Pacífico que correspondía al adelantado según el nombramiento real y colocándose en franca posición contra Fernando. Balboa mandó reclutar sesenta voluntarios a la Hispaniola y Cuba a sus expensas, para formar la fuerza que le permitiera ir a tomar posesión de su gobernación. No había ley que lo impidiera, pero Pedrarias perdiendo los estribos, arrestó a Balboa con el pretexto de rebelión. Esto exasperó a los vecinos que respondieron con un tumulto en la colonia. No sabemos cuantos días lo mantuvo en la cárcel. La indignación de la ciudad por el proceder de Pedrarias era muy fuerte y tal vez lamentara la decisión persuadido por el obispo que era amigo y valedor de Balboa. El caso es que el gobernador vino a lamentarlo y para hacer las paces con Vasco Núñez, se le ocurrió ofrecerle la mano de su hija Doña María. El contrato de matrimonio se firmó en presencia del obispo. Extraño hombre el gobernador.
Sin duda Vasco Núñez era un buen partido; hombre de demostrada valía por el hecho de sus hazañas, por la sangre de su hidalgo linaje y sobre todo por su posición social; tendría que satisfacer con creces las demandas del más exigente de los altos personajes de la colonia con hijas casaderas. Y por qué no; supondría un seguro de vida para cualquiera de ellos. A nadie en la colonia podía tener indiferente la enemistad de Pedrarias y Balboa, y todos tendrían que haber recibido la noticia con alegría y satisfacción. Nos imaginamos a toda Santa María en un buen estado de ánimo por la feliz noticia.
En Castilla mientras tanto habían tenido lugar graves acontecimientos. El rey Fernando venia sintiéndose mal de salud y aunque su naturaleza vital se resentía, su índole de trabajador incansable le impedía tener reposo y se negaba a creer que su final fuese a estar próximo. En su último viaje (pese a sentirse enfermo), dirigiéndose a Sevilla, no pasó de Madrigalejo, donde murió en la madrugada del 23 de enero de1516 En el ínterin de la minoría de edad de Calos I, el cardenal Cisneros volvió a hacerse cargo de la regencia, y esto (suponían muchos) iba a traer cambios en la administración.
y Catástrofe
 
Desde el principio de la regencia de Cisneros, el padre Las Casas se había convertido en consejero del cardenal en los asuntos de las Indias, de modo que su eminencia estaba bien informado. Pedrarias tenia que sentirse incomodo, como lo estaría hoy un político corrompido ante la perspectiva inminente de un cambio de régimen. Cisneros conocía las maniobras de Pedrarias a través de su auxiliar el obispo Ruiz de Ávila quien había estado en La Hispaniola como sacerdote y los dos conocían perfectamente lo que pasaba en Darién. El cardenal tenía sus propios proyectos de reformas para las colonias que consideraba un lastre económico y una fuente de conflictos para la Corona, pero por el momento tenían prioridad los preparativos de la fracasada expedición de Argel y otros asuntos graves como los que pronto se derivarían de la venida a España del joven y futuro Carlos V y su corte de rapaces flamencos.
Mientras tanto, en la colonia transcurrían las cosas en cierto orden y armonía, con Pedrarias y Balboa en paz; pero en una expedición que realizó el adelantado a la costa del Pacífico surgió un incidente con uno de los capitanes que acompañaba a Balboa. Este capitán se enamoró de la india Fulvia propiedad de Balboa, regalo del cacique Careta. La joven era hermosa; el capitán pretendió llevársela por la fuerza y Balboa hizo lo que tuvo que hacer; increpó violentamente al pretendiente y pareció que el asunto quedó concluido, pero el capitán escribió a Pedrarias manifestándole que el cariño y las atenciones que su yerno mostraba por la india, era un insulto para la hija de Pedrarias, y también acusaba al adelantado y a otros, de querer sublevarse contra el gobernador.
El gobernador (que vio su oportunidad) sirviéndose del engaño, hizo venir a Balboa a Santa María y lo encerró en la cárcel, preparando a continuación un proceso en el que lo condenaba a muerte. Los delitos por los que lo condenaba eran: insurrección, usurpación, sabotaje y alta traición; con una lista de supuestos hechos pasados que cometió Balboa.
El obispo que en otros excesos de Pedrarias contra Balboa estuvo a su lado para defenderlo, se encontraba ausente de viaje en España. El alcalde mayor (juez) con las miras puestas en el cargo que dejaría vacante Balboa en caso de muerte, no estaba por la labor de defender la justicia ni le interesaba tampoco ponerse en contra del gobernador. Los vecinos tenían derecho a apelar ante el rey; la ejecución de la pena de muerte estaba prohibida en Darién de modo expreso, y un adelantado real como lo era Balboa sólo podía ser condenado por el rey y su Consejo Real. Pero con Fernando muerto y el obispo ausente, el infame gobernador se sentía ahora dueño absoluto de la colonia.
Según Las Casas, todo lo que hizo el alcalde mayor, fue suplicar a Pedrarias que perdonara a Balboa, pero siendo la máxima autoridad en materia judicial, tuvo la obligación de enviar al preso al rey y al Consejo Real; si hubiera querido a Balboa vivo, no tendría que haber hecho otra cosa que cumplir con su deber conforme a la ley.
Un día de enero de 1517 se cumplió la orden del gobernador. La ejecución tuvo lugar (cómo no) en la plaza pública. Balboa con otros cuatro de sus hombres, fue conducido al cadalso ante el disgusto y el horror de todos, y uno a uno fueron decapitados. La cabeza de Vasco Núñez, fue clavada en una pica, y expuesta en el lugar de la ejecución
durante varios días.
Esto fue en síntesis la vida de Vasco Núñez de Balboa. El 29 de septiembre pasado se cumplió exactamente el quinto centenario del descubrimiento del Océano Pacífico y contemplando el bienaventurado trayecto de la existencia del descubridor desde este punto en el tiempo quinientos años después, no podemos más que pensar que por más aciago que fuese su fin, sus enemigos sólo pudieron quitarle la vida. El honor y la gloria permanecerán con él en el recuerdo de los hombres por toda la eternidad.
 
 
 
Fin de la historia
 
 
 
 

 

 

lunes, 21 de octubre de 2013

El alma de los pueblos...

El alma de los pueblos

Encuentro inesperado con un pueblo imaginado de la adolescencia


  Por Antonio Rodríguez Muñoz



            Todos los pueblos tienen la singularidad propia que el  carácter de sus habitantes les confieren a lo largo de la historia, la huella o impronta que van dejando en ellos en el tránsito por la vida. Es como un acumulo de obras  realizadas en ellos  por cada generación, que prevalecen como vestigio indeleble de su gente, lo que va modelando su cuerpo y su alma; porque como un  ser animado, es dotado del espíritu que conforma su propia identidad. En lo relativo a su apariencia, lo que llama la atención del viajero cuando lo avista en la lejanía, es decir, lo que a primera vista hace que un pueblo nos parezca particularmente interesante, viene determinado unas veces por la necesidad práctica de sus vecinos; otras por el contorno del paisaje que lo rodea, o la prosperidad económica de sus habitantes; pero es el buen gusto en general de su gente sobre todo, lo que  les confieren ese perfil que a veces llama tanto nuestra atención. Hablar de ellos, es como si tratásemos de definir la personalidad de cada uno de nosotros.

            Cualquiera ha sentido alguna vez  curiosidad cuando  divisamos  un determinado  pueblo a lo lejos mostrándose como algo enigmático, como un ente vivo tendido en la llanura y nos hemos sentido atraídos por él como si la torre del campanario o la imponente mole oscura de su iglesia estuvieran llamando nuestra atención cuando vamos de paso hacia otra parte. No dejamos de preguntarnos cómo vivirán sus habitantes; cómo se las arreglarán para ganarse la vida, ante la vista de un medio rural que a veces nos parece demasiado pobre y hostil como para que nadie pueda obtener recursos de él, y cosas por el estilo.

           A principio de los años sesenta teníamos que viajar algunas veces de Cáceres a Badajoz en un autobús que cubría la línea entre las dos capitales. Creo recordar que la empresa se llamaba “Caballero Quevedo” En Badajoz la parada estaba en el Campo de la Cruz y en Cáceres en Camino Llano. Algunos fines de semana veníamos a pasarlos a Badajoz, y luego volvíamos los lunes por la mañana a Cáceres. El  autobús paraba en La Roca de la Sierra unos cinco o diez minutos. Una viajera asidua de todos los lunes era la maestra del pueblo que volvía a su trabajo desde Badajoz después del fin de semana. Esos cinco o diez minutos cuando unos viajeros se apeaban y otros que tenían que subir despedían a sus acompañantes mientras el ayudante del chofer cargaba en la baca algunos bultos, eran como algo mágico contemplando el pueblo en las heladas mañanas  invernales a través del cristal de la ventanilla. La escena desde la parada del coche de línea era de postal navideña a esa hora temprana de la mañana, con el pueblo envuelto en la luz fría del amanecer;  sus tejados blanqueados por la helada, con las chimeneas soltando un humo que ascendía en  lentas volutas casi  verticales. El espíritu inquisitivo de uno no dejaba de imaginar a las familias dentro de sus casas; las fumarolas elevándose por entre el denso aire, anunciaban  la actividad de sus moradores inmersos ya en el trajín de esa primera hora del día preparándose para  la jornada: La señora de la casa aviando el desayuno, los niños preparándose para el colegio, el padre de familia disponiéndose para ir al campo… La panorámica que teníamos de la población, era lo que se podía ver desde la  parada del coche: La entrada al pueblo por la calle que quedaba enfrente, algunas tapias y los tejados de las casas con la iglesia destacándose entre ellos; lo demás, lo suplía la fantasía imaginando la plaza, la iglesia, el ayuntamiento… ya que nunca llegué ni siquiera a bajar del autocar en todas las veces que hice el trayecto, por consiguiente mi conocimiento del pueblo no era otro que lo que veía desde mi asiento del coche, aunque mi inventiva trabajara  por su cuenta componiendo castillos en el aire y creando la ilusión de un  pueblo encantador.

           El recorrido entre Badajoz y Cáceres, lo he realizado muchas veces desde entonces, y aquel recuerdo primigenio, conservó siempre todo su valor aún al cabo de tantos años. Siempre que pasaba por La Roca, me asaltaba la misma incógnita que no             provenía más que de la esperanza vaga por hallar un hipotético e imaginado lugar, mezclada con una gran curiosidad producida por  la ficción de la adolescencia y que suscitaba la pregunta: ¿Cómo será este pueblo por dentro? El pueblito que tanta curiosidad provocaba en mí.

           Un día de finales de abril de este año tuvimos la oportunidad de ir a La Roca con ocasión de una marcha por su término campo a través que organizaron los compañeros Nicolás Castaño, Tany García, y alguien más del grupo de Caminantes Libres. El autocar nos dejó a la puerta del bar donde desayunamos. Después, como disponíamos de unos minutos antes de la marcha, nos acercamos a visitar la iglesia y el pueblo. La iglesia resultó ser preciosa; una verdadera joya; el espacio entre el templo y las casas de la plaza, cumple la proporción correcta para poder ser admirado sin estorbo desde cualquier punto;  el pueblo con cierto empaque señorial, digno de verse, y yo muy satisfecho por haber desentrañado su misterio que tanto me intrigó en otro tiempo. Al final de la visita, todos los que desconocían el lugar, quedaron tan impresionados como yo mismo.

           La marcha por el campo comenzó a eso de las once con dos itinerarios; uno para los que calzan botas de “siete leguas” y otro más corto para los que lo prefieren un poco más cómodo. Ambos estaban ya señalados en sendos mapas (que se repartieron por grupos) y también sobre el terreno por una persona natural de La Roca que nos fue de mucha ayuda, ya que además de conducirnos, nos iba ilustrando por el camino. También dispusieron un coche de emergencia para el caso. El punto de partida estaba situado a las afueras del pueblo al pie de la carretera, e inmediatamente nos adentramos en la campiña.

           Empezamos a caminar por un terreno delicioso que se parecía mucho a un campo de golf pero con árboles; con suaves pendientes que discurrían a través de un suelo algo blando todavía por las lluvias de la primavera, sombreado por centenarias encinas de troncos poderosos. De vez en cuando la naturaleza nos regalaba la vista con redondeadas moles de granito que aquí llamamos canchos, de figuras caprichosas  tapizadas de líquenes y rodeadas de manchones de majuelos florecidos. Los arroyos que serpenteaban por el paisaje, corrían todos alegres formando charcos alfombrados de ranúnculos de flores blancas. Al cabo de media hora o así de haber echado a andar, el guía llamó nuestra atención para que viésemos una fuente natural que brotaba con un agua clara y fresca entre las peñas. El manantial tenia que ser muy antiguo, porque la pileta que recogía su agua, era una obra hecha por el hombre de traza sencilla y antiquísima. Nosotros marchábamos como encantados por semejante paraíso, con la comitiva de caminantes ascendiendo y descendiendo las leves pendientes en un sube y baja que se parecía un poco a la “ola marina” de la feria a marcha lenta. Íbamos  pisando flores que crecían entre la verde hierba  como si estuviésemos en la procesión del Corpus. El guía otra vez nos volvió a llamar para que viéramos esta vez un ejemplar de Terfecia arenaria (criadilla de tierra) que encontró por el suelo entre unos matojos. Seguimos nuestro caminar.  Al cabo de más de una hora terminamos de andar por terreno ondulado para salir a un valle por donde transcurría un precioso camino muy llano, con un piso de arena comodísimo. Continuamos por este camino que nos llevó a unos antiguos molinos que habían sido restaurados por el municipio recientemente. Hay que alabar el tacto y buen gusto con el que se llevó a cabo esta recuperación. Quien quiera que haya sido el responsable, reciba desde aquí nuestra más cordial felicitación por un  trabajo tan bien hecho. Allí estuvimos contemplando aquella maravilla y echando unos tragos de la bota de Tany para seguir después la marcha, que terminó al   poco rato en una especie de campamento de verano con unas instalaciones a modo de chozos grandes hechos de obra muy logrados, con toda clase de servicios tales como mesas con asientos de madera, fogones para las paellas y barbacoas, duchas, bar etc. para pasar un estupendo día con la familia. Desde este lugar nos trasladamos con el autobús al restaurante a las afueras de La Roca.

           Ésta fue en resumen, mi revelación del pueblo enigmático de la adolescencia. Qué lejos estaba yo de imaginar que mi encuentro con él iba a ser tan placido y agradable; tanto el pueblo en sí como los campos que lo rodean, son una verdadera maravilla. Hay que decir para orgullo del pueblo de La Roca de la Sierra, que todo ese inmenso terreno en forma de edén por donde discurrió nuestra marcha, es un bien comunal, un privilegio concedido por la Corona en la Baja Edad Media cuando su término fue desgajado de la demarcación territorial de Badajoz para dotar de tierras al nuevo municipio de La Roca de la Sierra, y que sus  vecinos, no solamente han sabido conservar desde entonces, lo que de por sí es ya una proeza, (Badajoz  perdió la mayor parte del suyo para siempre arrebatado por la nobleza  en el siglo XV) si no, que mediante una sabia labor, lo han cuidado y lo han convertido a lo largo del tiempo en ese jardín encantado que parece en primavera. ¡Enhorabuena a todos los “roqueros”!

           Esta jornada por el campo con los compañeros del Programa tuvo que haber sido particularmente memorable para todos, por coincidir en ese día las circunstancias especiales de un día de sol glorioso, una temperatura deliciosa, un paraje de ensueño, y una organización siempre perfecta llevada a cabo por unos compañeros con una gran facultad para darse a los demás; un alto sentido de la responsabilidad y una manifestación elevada del espíritu humano que hace que todos los que amamos estas cosas vivamos esos momentos tan felices y necesarios en el transcurso de nuestros días. Hay que agradecerles sinceramente esa constante disposición que muestran hacia todos nosotros dedicándonos su trabajo y su tiempo cada vez que tienen que organizar uno de esos viajes.










sábado, 19 de octubre de 2013

ACTO DE APERTURA CURSO UNIVERSIDAD DE MAYORES


CON UN SOLEMNE ACTO EN LA
FACULTAD DE ECONÓMICAS, DA
COMIENZO EL CURSO 2013-2014  DE  LA
UNIVERSIDAD DE MAYORES DE
EXTREMADURA
Por Antonia Marcelo García *

Con este motivo,  fue presentado a los alumnos de posgrado el tema estrella elegido “Música en la Dehesa”



                                                          Salón de Actos de la Facultad de Económicas

El encargado de apertura del curso ha sido Florentino Blázquez Entonado, director del Programa de Mayores, que dio la bienvenida a los alumnos que llenaban el Salón de Actos de la Facultad de Económicas, en especial a los de 1º curso.  Visiblemente contento por el éxito que viene demostrando a través de los años el Programa,  ya que el número de alumnos sube considerablemente, por contraposición, le preocupa la baja del presupuesto en este año. En este curso hay 120 alumnos nuevos matriculados en 1º, mientras que para permanecer en posgrado se han matriculado 258. Estos números afectan sólo a la sede de Badajoz. Se mantienen los intercambios de Salamanca y Valladolid y los talleres de informática e inglés en horarios de mañana.
                                              José Luis Gil Soto, Director General de Desarrollo Rural y Guillermo Galindo Secretario del Conservatorio

 Florentino presento a los miembros de la mesa que le acompañaba, compuesto en primer lugar por José Miguel Coleto Martínez, Ingeniero Agrónomo y director de ITA, que será el profesor encargado de impartir las clases de posgrado, este año dedicada a la dehesa, quien a su vez presentó al que fuera su alumno José Luis Gil Soto, Director General de Desarrollo Rural, también Ingeniero Agrónomo, extremeño de Oliva de la Frontera, reconocido escritor de novela La Colinas de las Piedras Blancas y La Traición del Rey, quien  sustituía en la mesa al consejero de Agricultura José Antonio Echávarri.

Con el título de “La Dehesa, Universidad Natural”  José Luis se extendió por la rica tierra extremeña, sustento de las poblaciones que lo habitan.  Llevando su disertación desde los que en otros tiempos fueron bosques impenetrables de encinas y alcornoques, a lo que con  la evolución del tiempo, la desforestación, la eliminación de los privilegios de Las Mestas y plagas, es hoy la dehesa extremeña. Gran repercusión económica tuvo el virus de la  peste porcina que en 1910 se descubrió en África y que en 1960 penetra en Europa a través de Portugal y España. Afectó a toda la cabaña porcina de la Península Ibérica.

 
                                                                                  Alumnos del Conservatorio de música despiden el acto
 
De la dehesa, nos recordó el Director General de Desarrollo Rural, nos llega una autentica riqueza de la que resultan nuestra exquisita  gastronomía, teniendo como estrella los inigualables jamones ibéricos.  Las diferentes especies ganaderas como la raza retinta, la apicultura, la industria del corcho, la fabricación del carbón, actividades lúdicas como rutas naturales, cinegéticas, conservación del patrimonio (dólmenes, chozas, zahúrdas), todo ello, fuente de importante ingreso para el aprovechamiento del más importante animal que habita la dehesa: el hombre.
Guillermo Galindo, secretario del conservatorio, dio paso a un escogido repertorio musical que interpretaron los alumnos y que cerró el acto.
*Alumna 5º UMEX
Direcciones de interés
www.youtube.com/watch?v=NhTNcxF98Z0
www.botanical-online.com/secadelaencinayalcornoque
www.botanical-online.com/dehesa




miércoles, 2 de octubre de 2013

VASCO NÚÑEZ DE BALBOA, SEGUNDO EPISODIO



Vasco Núñez de Balboa


Segundo episodio


Gloria…

A finales de septiembre, la armada (que constaba de una nao y un bergantín) se encontraba frente a las costas del Golfo de Urabá. La nave, encalló en un bajío de la playa perdiéndose por la fuerza del oleaje. Los hombres alcanzaron la playa salvándose todos, pero una serie de reveses sufridos por los expedicionarios a manos de los indios, abocó en  un estado de muerte, agotamiento, hambre y desesperación. Enciso se mostró totalmente inepto para afrontar la difícil situación. Su profesión anterior había sido la de abogado y no había participado en otras batallas que en las querellas judiciales. Los colonizadores no parecían dispuestos a tolerar por más tiempo la difícil coyuntura. Balboa conocedor del terreno, sugirió trasladarse a la orilla occidental del golfo donde los indios no ponían veneno en sus flechas y donde él conocía la existencia de un poblado. Estas palabras del pelirrojo decidieron en unos minutos el destino de Darién.

Siguiendo las instrucciones de Balboa, los españoles se adentraron por el río Darién aguas arriba hasta la aldea principal llamada Cemaco. La batalla que siguió a la llegada de los soldados, concluyó pronto con muchas bajas de los indios. Los supervivientes, con el jefe a la cabeza, huyeron dejando en el poblado gran cantidad de oro y  víveres. Unos meses después y como el lugar pareciera bueno a los cristianos, decidió Balboa establecer la colonia en este lugar dedicándolo a la Virgen sevillana de Santa María del Antigua, con lo que pasó a llamarse Santa María del Antigua de Darién, que fue la primera capital colonial del continente americano. Se eligieron los funcionarios municipales entre los vecinos excluyendo a Enciso por graves discrepancias con sus hombres (quienes no obstante estaban  todavía a su mando) y la ciudad echó a andar.

Las injusticias y marrullerías del abogado, exasperaron tanto a la población de Santa María del Antigua, que fue puesto bajo vigilancia acusado de usurpación de autoridad, violación de normas contractuales y tentativa de apropiación indebida. Poco después, fue puesto en libertad, a condición de abandonar la colonia.

El alcalde y un regidor embarcaron para Santo Domingo a proponer a Diego Colon el  nombramiento de Núñez de Balboa en sustitución de Enciso como capitán de la colonia. El mismo alcalde continuó después viaje a España  con una súplica firmada por todos los vecinos para que su alteza el rey Fernando (Isabel había muerto en 1504) nombrara gobernador de Darién a la persona elegida por ellos: Vasco Núñez de Balboa. Las cédulas nombrando a Balboa  sucesor en el gobierno de la colonia, fueron firmadas en diciembre de 1511 pero el gobierno de Balboa en Darién,  había comenzado  el 4 de abril del mismo  año, nombrado provisionalmente  por el virrey Diego Colón.

Mientras tanto Balboa no perdía el tiempo;  procuró la alianza con un poderoso  cacique llamado Comogre, que Balboa consolidó por medio del bautismo y al que cambió el nombre  por el de Carlos en homenaje al príncipe de Asturias.  El cacique correspondió con un magnífico regalo de oro y esclavos, pero sobre todo con la sensacional información de que más allá de la cadena montañosa que se destacaba hacia el Sur, se extendía otro océano. Pero no  todo fueron buenos tiempos para los españoles. La buena suerte que siguió al pacto con el cacique Carlos, terminó a finales de 1511 por causas de un fortísimo temporal de lluvias que duró tres meses en los que se perdieron las cosechas de maíz  y  arruinó la vida de la colonia.

Recuperados de esta desgracia, pronto reanudaron las incursiones por el istmo en busca de oro y vituallas guerreando contra los otros caciques con los que no habían concertado pactos de alianzas y sometimiento. Los indios de esta región eran bravos e indómitos y a veces causaban a los españoles bajas considerables (los dos anteriores capitanes de las vecinas Veragua y Urabá habían sufrido la pérdida de 800 hombres) y otras veces era la propia selva quien daba cuenta de ellos. Penetrar a través de selvas y pantanos, era arduo y costoso; a veces tenían que avanzar durante horas por zonas pantanosas con el agua por el pecho llevando las armas y la ropa sujetas de las manos por encima de sus cabezas. Otras veces, cruzar la selva les llevaba días. Los insectos eran un mortificante martirio y las fiebres los consumían. Pero eran gente de otro tiempo, de una raza ya extinguida; hechos para la guerra y el sufrimiento, crueles y competentes para la lucha y hacían lo único que sabían hacer. En España, no habían hecho otra cosa desde hacia ocho siglos que luchar constantemente contra sus enemigos naturales los moros y en los estados sucesivos de la contienda, teniendo a la muerte como medio de vida, habían evolucionado hasta alcanzar la condición de guerreros temibles. Estaban bien preparados. Sus objetivos eran principalmente enriquecerse con la conquista y el botín, y ponían sus vidas en riesgo continuamente con tal de volver a sus regiones de origen en Castilla ricos. Poquísimos de ellos lo conseguían, y era frecuente  a veces que, volviendo a casa con buenas ganancias en oro, los temporales y los huracanes del Caribe, hicieran lo que los indios con sus flechas envenenadas, la selva o las enfermedades tropicales no habían conseguido.

Bajo la autoridad de Balboa, la capital conoció el periodo más favorable de su corta y atormentada existencia. En  tiempos de la gobernación de Balboa, la ciudad tenía unos cuatrocientos habitantes. Gran cantidad de caciques habían sido pacificados y se podía contar con sus ayudas. El capitán considerando el buen momento, dejó una guarnición para la defensa de la ciudad y decidió partir para descubrir el otro océano más allá de la cadena montañosa al Sur del istmo, a donde según  informaban los indios, podían llegar en nueve días. El jueves 1 de septiembre de 1513 salió Balboa con 190 hombres, una nave y nueve canoas; partió de la boca del río rumbo norte para el puerto de Careta, desde donde buscando la menor anchura del istmo en sus dominios y el terreno más fácilmente transitable, salir para el encuentro del otro mar. Al partir Balboa de Santa María del Antigua, era consciente que dejaba entre los doscientos hombres de la guarnición a los implicados en una frustrada insurrección anterior. Él no quería que como desleales compañeros, tuvieran parte en el beneficio y la gloria de aquella suprema empresa que estaban llevando a cabo.

En Careta, la mitad de los hombres venidos de Santa María, fueron designados a permanecer en ella como campamento base. La otra mitad se destinó a formar la verdadera fuerza exploradora: noventa y dos hombres de armas y dos sacerdotes con la más entera determinación a conquistar toda aquella costa para su rey.

La  compañía, iba guiada por expertos guías indios y escoltados por infinidad de porteadores, criados y mujeres alineados en fila. La fuerza expedicionaria, compuesta por soldados de diversas graduaciones, algunos con corazas y yelmos de acero, sacerdotes, y perros de guerra sobre los que destacaría  el “Leoncico” de Balboa;
los indios portando los instrumentos de guerra como los barriles de pólvora, armas, balas; otros portando las tiendas de campaña y otros las vituallas, formarían una comitiva interminable.

Ponca, el primer poblado del itinerario se alcanzó a los dos días de marcha. Sus habitantes habían abandonado el poblado huyendo de los españoles y refugiándose en la selva. Los castellanos se instalaron en él, en espera del regreso del cacique a quien una comisión de indios había ido a buscar para persuadirlo de que volviera. Balboa no quería violentar a ningún cacique, y respetando la aldea, pacientemente  esperó su vuelta; este volvió cinco días después. Balboa lo recibió con los mejores modos a pesar de la larga espera y lo obsequió con buenos regalos. Esto, constituía la  mejor política, porque el miedo motivaba siempre la hostilidad de los indios hacia los españoles. Ponca muy contento correspondió con lo que más gustaba a los españoles: regalando al capitán algunas piezas de oro finamente trabajadas. Después de confirmar a Balboa los informes sobre el otro mar, le dio información muy útil acerca de la ruta. Hay que decir que parte de la buena política de Balboa hacia los indios habría que atribuirla a la hija del cacique Careta, una hermosa muchacha llamada Fulvia que este regaló al capitán y quien enseñó a Balboa a comprender a la gente de los países que conquistaba.

En las colinas se encontraba la aldea del cacique Torecha que a la llegada de los españoles, intentó defenderse con una fuerza de seiscientos guerreros armados con arcos y flechas. El combate fue breve y el cacique con muchos de los suyos resultó muerto. Las fuerzas de Balboa ocuparon la aldea aquella noche y al día siguiente continuaron su camino.

Al día siguiente,  martes veintisiete de septiembre, marchando los expedicionarios con Balboa y un grupo de guías por delante  de  la cabeza de la compañía,  a las diez de la mañana, tal vez advertido por los indios, avistó el capitán desde la cima de una colina, el Mar del Sur. Quedó tan impresionado ante  la visión de aquel sereno mar, que por un momento permaneció solo y en silencio contemplando el Pacífico con sus ojos humedecidos por las lágrimas. Después, advirtiendo a sus hombres de lo que se mostraba ante ellos, mandó a todos hincarse de rodillas y dar gracias al Todopoderoso por la inmensa gracia concedida. Pasado ese emotivo momento, mandó el capitán cortar un gran  árbol para hacer con su madera una cruz que clavaron el lo alto de aquella cima.

Pocos momentos en la historia de los descubrimientos, pueden igualarse con este. Colón a lo largo de  sus cuatro viajes, fue descubriendo como por etapas los distintos archipiélagos del caribe. Temeroso de que los Reyes Católicos abandonaran la empresa ante la falta de interés por unas islas que no iban a enriquecer a España,  afirmaba que había llegado al este de Asia y que inmediatamente más allá de lo que él tomó por Catay se encontraban las tierras del Gran Khan.  No le cupo la satisfacción del gran descubrimiento de Tierra Firme con el que soñaba; Murió sin saber ciertamente a donde había llegado, e ignorando que al Oeste de su último descubrimiento (Paria), se extendía un inmenso continente aún por descubrir.

Fernando de Magallanes, aunque tuviese plena  conciencia  antes de morir a manos de los nativos en la isla de Cebú  de que a la vuelta de los mares del Sur,  los supervivientes de la aventura con El Cano al mando, iban a realizar la primera circunnavegación a la Tierra a su regreso a San Lucar de Barrameda,  tampoco pudo ver culminada su proeza.

Pero el momento de Vasco Núñez fue pleno de gloria, él sintió en primara persona la sublime emoción que le produjo el encuentro.  Era consciente de la importancia de aquel hallazgo y su significado para el mundo. Al contemplar aquella plateada inmensidad austral, su pecho tuvo que henchirse de  inmenso gozo durante el instante que permaneció solo, al comprender el gran servicio que acababa de prestar  a Dios, a su rey y así mismo. Tan claro tenia la trascendencia del hecho,  que mandó al escribano Andrés de Valderrábano, levantar acta del descubrimiento incluyendo una relación con los nombres de los sesenta y siete caballeros e hidalgos presentes en aquel momento. Así quedaron  registrados para la eternidad los nombres de aquellos sesenta y siete inmortales.

El 29 de septiembre festividad de San Miguel Arcángel, Vasco Núñez descendió a la playa con 27 hombres elegidos. Los castellanos iban apropiadamente vestidos como requería tan solemne ocasión, es decir, con la coraza completa, calzones de raso, el yelmo de acero y calzando botas.  El portaestandarte detrás de  Balboa, portando el pendón de Castilla y León. Llegaron sobre las dos de la tarde y tuvieron que esperar la pleamar para que el agua llegara hasta la franja de arena limpia y libre de barro. Cuando el mar acompañado de la marea, vino a besarle los pies, Balboa lo recibió con el agua por sus rodillas; escudo embrazado, sosteniendo en su mano izquierda el estandarte de Castilla y en la derecha su espada, Balboa en alta voz pronunció las palabras del ritual propio para el acto de la toma de posesión. Después, vino la oración y tras de esta, los hombres prestaron sus juramentos; Balboa se los tomó y Andrés de Valderrábano escribió sus nombres.

“Estos… fueron los primeros cristianos que los pies pusieron en la Mar del Sur. Y con sus manos todos ellos probaron el agua e la metieron en sus bocas como cosa nueva por ver si era salada como la destotra mar del Norte y viendo que era salada, e considerando e teniendo respeto a donde estaban, dieron infinitas gracias a Dios por ello” Escribe Oviedo

Unos días después de la anexión de la Mar del Sur, la expedición de vuelta a Santa María de la Antigua, discurrió por otro camino. Balboa estaba muy interesado en conocer personalmente las islas de las Perlas que según los indios prometían grandes ganancias. También quería cumplir el objetivo de sometimiento de importantes y ricos caciques en territorios al norte del istmo. La expedición no tuvo mucho éxito en cuanto a las perlas, pues las únicas que pudieron conseguir fueron donadas por el cacique local como regalo a los españoles. El 3 de noviembre emprendió el regreso a Darién a través del istmo. Por el camino de vuelta, estableció pactos de alianza y sometimiento con ricos caciques. Balboa tenía prisa por llegar a Santa María después de oír la noticia de que dos naves procedentes de Santo Domingo acababan de llegar con suministros y algunos nuevos pobladores y quería mandar con aquellas naves cartas al rey con la relación de sus últimas conquistas y un obsequio para Fernando de 5000 pesos de oro.

Balboa podía sentirse orgulloso y alardear de haber conseguido tan grandes hechos. Con la ayuda de Dios y gracias a su propia pericia, había logrado para Castilla lo que nunca antes nadie lograra, y sin gasto alguno para la Corona.  Con su descubrimiento acababa de colocar a España en hegemónica posición en Europa, elevándola a potencia colonizadora. Resulta sarcásticamente trágico que mientras él forjaba el dominio de España en el Nuevo Mundo que tanto deseaba su rey, en Castilla se estuviera organizando con enorme dispendio para la Corona, la empresa que iba a arruinar
la obra de Balboa.

En Castilla el rey se inquietaba ante la falta de información de la colonia en Tierra Firme. El almirante Diego Colón comunicaba en una carta al rey, que no había tenido noticias del asiento en nueve meses. Esto exasperó al monarca al comprobar una vez más la falta de interés y la ineptitud de Colón. En la carta de respuesta, el rey le reprochaba por haber esperado nueve meses en socorrer a gente tan desamparada a la que podría haber sucedido una desgracia. En lo sucesivo, continuaba el rey, Colón no tendría que ocuparse más de la colonia en Tierra Firme, puesto que un nuevo gobernador iba a ser nombrado para la colonia del istmo. Esta súbita preocupación por Tierra Firme venia motivada por la información de que naves portuguesas habían sido avistadas por el Caribe, y una armada estaba siendo construida en Lisboa para mandarla al continente.

Negros nubarrones se cernían sobre Santa María del Antigua. Los vecinos fueron informados que un nuevo gobernador de edad avanzada, inexperto e indeseable venia de camino con reales oficiales que controlarían la vida económica de la colonia, más una partida de asentados de entre mil a tres mil, todos ellos hijos pobres de familias nobles.
Los vecinos tenían un mayor motivo de preocupación al saber que el insufrible Enciso, venia también de camino con el nombramiento de alguacil mayor de la ciudad. Las perspectivas auguraban malos tiempos  para los asentados de Santa María, pero iban a ser peores para Balboa.  Fernando había pedido informes a sus consejeros para designar la gobernación general de Darién a un hombre idóneo en contraposición con el poco competente Diego Colón. El obispo Fonseca (que había sido obispo de Badajoz) fue la persona que creó la Casa de Contratación en Sevilla. Él fue el espíritu creador de toda la organización administrativa para controlar todo lo concerniente a las Indias, y fue éste obispo quien designó para el puesto de gobernador a un protegido suyo: D. Pedro Arias de Ávila, más conocido como Pedrarias o “la ira de Dios” un odioso e insoportable advenedizo. Hubo en España fuertes protestas por este nombramiento, pero el obispo Fonseca, hombre de gran influencia, las acalló todas.

El 11 de abril de 1514 la armada de Pedrarias salió de Sevilla. Tras pasar por las Canarias,  llegaron  a Dominica el 2 de junio. En esta isla, y mientras esperaban salir para Tierra Firme,  Pedrarias dio muestras de su arbitrario e irascible carácter: un pasajero algo mayor llamado Juan Martín se había extraviado por la isla, tal vez yéndose de rositas, y esto retrasó la salida uno o dos días. Cuando apareció, Pedrarias en un acceso de cólera, lo mandó ahorcar en un árbol de la playa. Este incidente produjo un horrible escalofrío entre los expedicionarios. La ejecución sin juicio previo y sin asistencia espiritual al reo, no se practicaba ni  en casos de los crímenes más graves.



Continuará en el próximo y último episodio