Descripción


Presentación de la revista digital de la Universidad de Mayores

Esta es la versión digital de la revista Aula Magna, una publicación que aprovecha las virtudes de las nuevas tecnologías –la inmediatez, el aumento de la capacidad, la continua renovación de contenidos… las posibilidades, en suma, de un formato no sujeto a las limitaciones del papel--, pero mantiene el mismo espíritu que ha animado a la revista Aula Magna desde sus inicios, hace una década: servir de vehículo de informaciones, de conocimientos, de contraste de pareceres, de la Universidad de Mayores de Extremadura (UMEX).

La versión digital de Aula Magna es una especie de plaza pública en la que será visible lo que merezca celebrarse o discutirse, lo que merezca conocerse más allá del aula, lo que importe a los integrantes de la UMEX tanto en su condición de estudiantes y como de ciudadanos, porque Aula Magna pretende reflejar la realidad de la UMEX, desde conferencias a lecciones magistrales; desde acontecimientos culturales, divulgativos o de ocio a crónicas de viajes de estudios, y de acoger cuantos asuntos sean de interés para los alumnos.

Cada persona matriculada en la Universidad de Mayores está llamada a participar en la elaboración de la revista digital. Todo el mundo puede aportar su experiencia, sus conocimientos y también sus críticas para difundir, con la mayor riqueza de contenidos posible, la realidad de la UMEX.

Los interesados en aportar ideas, elaborar contenidos, reflejar experiencias, pueden contactar con:

Antonio Tinoco: atinocoardila@gmail.com
Antonio Medina: casacastillo1@telefonica.net
Antonia Marcelo: a.marcelo.garcia@hotmail.es
José Manuel Cordero Paniagua: jomacorpa@hotmail.com
Ramón Brito: rabrigo@hotmail.com
Andrés Sánchez Maján: asmajan51@gmail.com
Antonio Rodríguez Muñoz: rodmunnio@hotmail.com
Antonia Gómez Serrano: pilargs57@gmail.com

miércoles, 2 de octubre de 2013

VASCO NÚÑEZ DE BALBOA, SEGUNDO EPISODIO



Vasco Núñez de Balboa


Segundo episodio


Gloria…

A finales de septiembre, la armada (que constaba de una nao y un bergantín) se encontraba frente a las costas del Golfo de Urabá. La nave, encalló en un bajío de la playa perdiéndose por la fuerza del oleaje. Los hombres alcanzaron la playa salvándose todos, pero una serie de reveses sufridos por los expedicionarios a manos de los indios, abocó en  un estado de muerte, agotamiento, hambre y desesperación. Enciso se mostró totalmente inepto para afrontar la difícil situación. Su profesión anterior había sido la de abogado y no había participado en otras batallas que en las querellas judiciales. Los colonizadores no parecían dispuestos a tolerar por más tiempo la difícil coyuntura. Balboa conocedor del terreno, sugirió trasladarse a la orilla occidental del golfo donde los indios no ponían veneno en sus flechas y donde él conocía la existencia de un poblado. Estas palabras del pelirrojo decidieron en unos minutos el destino de Darién.

Siguiendo las instrucciones de Balboa, los españoles se adentraron por el río Darién aguas arriba hasta la aldea principal llamada Cemaco. La batalla que siguió a la llegada de los soldados, concluyó pronto con muchas bajas de los indios. Los supervivientes, con el jefe a la cabeza, huyeron dejando en el poblado gran cantidad de oro y  víveres. Unos meses después y como el lugar pareciera bueno a los cristianos, decidió Balboa establecer la colonia en este lugar dedicándolo a la Virgen sevillana de Santa María del Antigua, con lo que pasó a llamarse Santa María del Antigua de Darién, que fue la primera capital colonial del continente americano. Se eligieron los funcionarios municipales entre los vecinos excluyendo a Enciso por graves discrepancias con sus hombres (quienes no obstante estaban  todavía a su mando) y la ciudad echó a andar.

Las injusticias y marrullerías del abogado, exasperaron tanto a la población de Santa María del Antigua, que fue puesto bajo vigilancia acusado de usurpación de autoridad, violación de normas contractuales y tentativa de apropiación indebida. Poco después, fue puesto en libertad, a condición de abandonar la colonia.

El alcalde y un regidor embarcaron para Santo Domingo a proponer a Diego Colon el  nombramiento de Núñez de Balboa en sustitución de Enciso como capitán de la colonia. El mismo alcalde continuó después viaje a España  con una súplica firmada por todos los vecinos para que su alteza el rey Fernando (Isabel había muerto en 1504) nombrara gobernador de Darién a la persona elegida por ellos: Vasco Núñez de Balboa. Las cédulas nombrando a Balboa  sucesor en el gobierno de la colonia, fueron firmadas en diciembre de 1511 pero el gobierno de Balboa en Darién,  había comenzado  el 4 de abril del mismo  año, nombrado provisionalmente  por el virrey Diego Colón.

Mientras tanto Balboa no perdía el tiempo;  procuró la alianza con un poderoso  cacique llamado Comogre, que Balboa consolidó por medio del bautismo y al que cambió el nombre  por el de Carlos en homenaje al príncipe de Asturias.  El cacique correspondió con un magnífico regalo de oro y esclavos, pero sobre todo con la sensacional información de que más allá de la cadena montañosa que se destacaba hacia el Sur, se extendía otro océano. Pero no  todo fueron buenos tiempos para los españoles. La buena suerte que siguió al pacto con el cacique Carlos, terminó a finales de 1511 por causas de un fortísimo temporal de lluvias que duró tres meses en los que se perdieron las cosechas de maíz  y  arruinó la vida de la colonia.

Recuperados de esta desgracia, pronto reanudaron las incursiones por el istmo en busca de oro y vituallas guerreando contra los otros caciques con los que no habían concertado pactos de alianzas y sometimiento. Los indios de esta región eran bravos e indómitos y a veces causaban a los españoles bajas considerables (los dos anteriores capitanes de las vecinas Veragua y Urabá habían sufrido la pérdida de 800 hombres) y otras veces era la propia selva quien daba cuenta de ellos. Penetrar a través de selvas y pantanos, era arduo y costoso; a veces tenían que avanzar durante horas por zonas pantanosas con el agua por el pecho llevando las armas y la ropa sujetas de las manos por encima de sus cabezas. Otras veces, cruzar la selva les llevaba días. Los insectos eran un mortificante martirio y las fiebres los consumían. Pero eran gente de otro tiempo, de una raza ya extinguida; hechos para la guerra y el sufrimiento, crueles y competentes para la lucha y hacían lo único que sabían hacer. En España, no habían hecho otra cosa desde hacia ocho siglos que luchar constantemente contra sus enemigos naturales los moros y en los estados sucesivos de la contienda, teniendo a la muerte como medio de vida, habían evolucionado hasta alcanzar la condición de guerreros temibles. Estaban bien preparados. Sus objetivos eran principalmente enriquecerse con la conquista y el botín, y ponían sus vidas en riesgo continuamente con tal de volver a sus regiones de origen en Castilla ricos. Poquísimos de ellos lo conseguían, y era frecuente  a veces que, volviendo a casa con buenas ganancias en oro, los temporales y los huracanes del Caribe, hicieran lo que los indios con sus flechas envenenadas, la selva o las enfermedades tropicales no habían conseguido.

Bajo la autoridad de Balboa, la capital conoció el periodo más favorable de su corta y atormentada existencia. En  tiempos de la gobernación de Balboa, la ciudad tenía unos cuatrocientos habitantes. Gran cantidad de caciques habían sido pacificados y se podía contar con sus ayudas. El capitán considerando el buen momento, dejó una guarnición para la defensa de la ciudad y decidió partir para descubrir el otro océano más allá de la cadena montañosa al Sur del istmo, a donde según  informaban los indios, podían llegar en nueve días. El jueves 1 de septiembre de 1513 salió Balboa con 190 hombres, una nave y nueve canoas; partió de la boca del río rumbo norte para el puerto de Careta, desde donde buscando la menor anchura del istmo en sus dominios y el terreno más fácilmente transitable, salir para el encuentro del otro mar. Al partir Balboa de Santa María del Antigua, era consciente que dejaba entre los doscientos hombres de la guarnición a los implicados en una frustrada insurrección anterior. Él no quería que como desleales compañeros, tuvieran parte en el beneficio y la gloria de aquella suprema empresa que estaban llevando a cabo.

En Careta, la mitad de los hombres venidos de Santa María, fueron designados a permanecer en ella como campamento base. La otra mitad se destinó a formar la verdadera fuerza exploradora: noventa y dos hombres de armas y dos sacerdotes con la más entera determinación a conquistar toda aquella costa para su rey.

La  compañía, iba guiada por expertos guías indios y escoltados por infinidad de porteadores, criados y mujeres alineados en fila. La fuerza expedicionaria, compuesta por soldados de diversas graduaciones, algunos con corazas y yelmos de acero, sacerdotes, y perros de guerra sobre los que destacaría  el “Leoncico” de Balboa;
los indios portando los instrumentos de guerra como los barriles de pólvora, armas, balas; otros portando las tiendas de campaña y otros las vituallas, formarían una comitiva interminable.

Ponca, el primer poblado del itinerario se alcanzó a los dos días de marcha. Sus habitantes habían abandonado el poblado huyendo de los españoles y refugiándose en la selva. Los castellanos se instalaron en él, en espera del regreso del cacique a quien una comisión de indios había ido a buscar para persuadirlo de que volviera. Balboa no quería violentar a ningún cacique, y respetando la aldea, pacientemente  esperó su vuelta; este volvió cinco días después. Balboa lo recibió con los mejores modos a pesar de la larga espera y lo obsequió con buenos regalos. Esto, constituía la  mejor política, porque el miedo motivaba siempre la hostilidad de los indios hacia los españoles. Ponca muy contento correspondió con lo que más gustaba a los españoles: regalando al capitán algunas piezas de oro finamente trabajadas. Después de confirmar a Balboa los informes sobre el otro mar, le dio información muy útil acerca de la ruta. Hay que decir que parte de la buena política de Balboa hacia los indios habría que atribuirla a la hija del cacique Careta, una hermosa muchacha llamada Fulvia que este regaló al capitán y quien enseñó a Balboa a comprender a la gente de los países que conquistaba.

En las colinas se encontraba la aldea del cacique Torecha que a la llegada de los españoles, intentó defenderse con una fuerza de seiscientos guerreros armados con arcos y flechas. El combate fue breve y el cacique con muchos de los suyos resultó muerto. Las fuerzas de Balboa ocuparon la aldea aquella noche y al día siguiente continuaron su camino.

Al día siguiente,  martes veintisiete de septiembre, marchando los expedicionarios con Balboa y un grupo de guías por delante  de  la cabeza de la compañía,  a las diez de la mañana, tal vez advertido por los indios, avistó el capitán desde la cima de una colina, el Mar del Sur. Quedó tan impresionado ante  la visión de aquel sereno mar, que por un momento permaneció solo y en silencio contemplando el Pacífico con sus ojos humedecidos por las lágrimas. Después, advirtiendo a sus hombres de lo que se mostraba ante ellos, mandó a todos hincarse de rodillas y dar gracias al Todopoderoso por la inmensa gracia concedida. Pasado ese emotivo momento, mandó el capitán cortar un gran  árbol para hacer con su madera una cruz que clavaron el lo alto de aquella cima.

Pocos momentos en la historia de los descubrimientos, pueden igualarse con este. Colón a lo largo de  sus cuatro viajes, fue descubriendo como por etapas los distintos archipiélagos del caribe. Temeroso de que los Reyes Católicos abandonaran la empresa ante la falta de interés por unas islas que no iban a enriquecer a España,  afirmaba que había llegado al este de Asia y que inmediatamente más allá de lo que él tomó por Catay se encontraban las tierras del Gran Khan.  No le cupo la satisfacción del gran descubrimiento de Tierra Firme con el que soñaba; Murió sin saber ciertamente a donde había llegado, e ignorando que al Oeste de su último descubrimiento (Paria), se extendía un inmenso continente aún por descubrir.

Fernando de Magallanes, aunque tuviese plena  conciencia  antes de morir a manos de los nativos en la isla de Cebú  de que a la vuelta de los mares del Sur,  los supervivientes de la aventura con El Cano al mando, iban a realizar la primera circunnavegación a la Tierra a su regreso a San Lucar de Barrameda,  tampoco pudo ver culminada su proeza.

Pero el momento de Vasco Núñez fue pleno de gloria, él sintió en primara persona la sublime emoción que le produjo el encuentro.  Era consciente de la importancia de aquel hallazgo y su significado para el mundo. Al contemplar aquella plateada inmensidad austral, su pecho tuvo que henchirse de  inmenso gozo durante el instante que permaneció solo, al comprender el gran servicio que acababa de prestar  a Dios, a su rey y así mismo. Tan claro tenia la trascendencia del hecho,  que mandó al escribano Andrés de Valderrábano, levantar acta del descubrimiento incluyendo una relación con los nombres de los sesenta y siete caballeros e hidalgos presentes en aquel momento. Así quedaron  registrados para la eternidad los nombres de aquellos sesenta y siete inmortales.

El 29 de septiembre festividad de San Miguel Arcángel, Vasco Núñez descendió a la playa con 27 hombres elegidos. Los castellanos iban apropiadamente vestidos como requería tan solemne ocasión, es decir, con la coraza completa, calzones de raso, el yelmo de acero y calzando botas.  El portaestandarte detrás de  Balboa, portando el pendón de Castilla y León. Llegaron sobre las dos de la tarde y tuvieron que esperar la pleamar para que el agua llegara hasta la franja de arena limpia y libre de barro. Cuando el mar acompañado de la marea, vino a besarle los pies, Balboa lo recibió con el agua por sus rodillas; escudo embrazado, sosteniendo en su mano izquierda el estandarte de Castilla y en la derecha su espada, Balboa en alta voz pronunció las palabras del ritual propio para el acto de la toma de posesión. Después, vino la oración y tras de esta, los hombres prestaron sus juramentos; Balboa se los tomó y Andrés de Valderrábano escribió sus nombres.

“Estos… fueron los primeros cristianos que los pies pusieron en la Mar del Sur. Y con sus manos todos ellos probaron el agua e la metieron en sus bocas como cosa nueva por ver si era salada como la destotra mar del Norte y viendo que era salada, e considerando e teniendo respeto a donde estaban, dieron infinitas gracias a Dios por ello” Escribe Oviedo

Unos días después de la anexión de la Mar del Sur, la expedición de vuelta a Santa María de la Antigua, discurrió por otro camino. Balboa estaba muy interesado en conocer personalmente las islas de las Perlas que según los indios prometían grandes ganancias. También quería cumplir el objetivo de sometimiento de importantes y ricos caciques en territorios al norte del istmo. La expedición no tuvo mucho éxito en cuanto a las perlas, pues las únicas que pudieron conseguir fueron donadas por el cacique local como regalo a los españoles. El 3 de noviembre emprendió el regreso a Darién a través del istmo. Por el camino de vuelta, estableció pactos de alianza y sometimiento con ricos caciques. Balboa tenía prisa por llegar a Santa María después de oír la noticia de que dos naves procedentes de Santo Domingo acababan de llegar con suministros y algunos nuevos pobladores y quería mandar con aquellas naves cartas al rey con la relación de sus últimas conquistas y un obsequio para Fernando de 5000 pesos de oro.

Balboa podía sentirse orgulloso y alardear de haber conseguido tan grandes hechos. Con la ayuda de Dios y gracias a su propia pericia, había logrado para Castilla lo que nunca antes nadie lograra, y sin gasto alguno para la Corona.  Con su descubrimiento acababa de colocar a España en hegemónica posición en Europa, elevándola a potencia colonizadora. Resulta sarcásticamente trágico que mientras él forjaba el dominio de España en el Nuevo Mundo que tanto deseaba su rey, en Castilla se estuviera organizando con enorme dispendio para la Corona, la empresa que iba a arruinar
la obra de Balboa.

En Castilla el rey se inquietaba ante la falta de información de la colonia en Tierra Firme. El almirante Diego Colón comunicaba en una carta al rey, que no había tenido noticias del asiento en nueve meses. Esto exasperó al monarca al comprobar una vez más la falta de interés y la ineptitud de Colón. En la carta de respuesta, el rey le reprochaba por haber esperado nueve meses en socorrer a gente tan desamparada a la que podría haber sucedido una desgracia. En lo sucesivo, continuaba el rey, Colón no tendría que ocuparse más de la colonia en Tierra Firme, puesto que un nuevo gobernador iba a ser nombrado para la colonia del istmo. Esta súbita preocupación por Tierra Firme venia motivada por la información de que naves portuguesas habían sido avistadas por el Caribe, y una armada estaba siendo construida en Lisboa para mandarla al continente.

Negros nubarrones se cernían sobre Santa María del Antigua. Los vecinos fueron informados que un nuevo gobernador de edad avanzada, inexperto e indeseable venia de camino con reales oficiales que controlarían la vida económica de la colonia, más una partida de asentados de entre mil a tres mil, todos ellos hijos pobres de familias nobles.
Los vecinos tenían un mayor motivo de preocupación al saber que el insufrible Enciso, venia también de camino con el nombramiento de alguacil mayor de la ciudad. Las perspectivas auguraban malos tiempos  para los asentados de Santa María, pero iban a ser peores para Balboa.  Fernando había pedido informes a sus consejeros para designar la gobernación general de Darién a un hombre idóneo en contraposición con el poco competente Diego Colón. El obispo Fonseca (que había sido obispo de Badajoz) fue la persona que creó la Casa de Contratación en Sevilla. Él fue el espíritu creador de toda la organización administrativa para controlar todo lo concerniente a las Indias, y fue éste obispo quien designó para el puesto de gobernador a un protegido suyo: D. Pedro Arias de Ávila, más conocido como Pedrarias o “la ira de Dios” un odioso e insoportable advenedizo. Hubo en España fuertes protestas por este nombramiento, pero el obispo Fonseca, hombre de gran influencia, las acalló todas.

El 11 de abril de 1514 la armada de Pedrarias salió de Sevilla. Tras pasar por las Canarias,  llegaron  a Dominica el 2 de junio. En esta isla, y mientras esperaban salir para Tierra Firme,  Pedrarias dio muestras de su arbitrario e irascible carácter: un pasajero algo mayor llamado Juan Martín se había extraviado por la isla, tal vez yéndose de rositas, y esto retrasó la salida uno o dos días. Cuando apareció, Pedrarias en un acceso de cólera, lo mandó ahorcar en un árbol de la playa. Este incidente produjo un horrible escalofrío entre los expedicionarios. La ejecución sin juicio previo y sin asistencia espiritual al reo, no se practicaba ni  en casos de los crímenes más graves.



Continuará en el próximo y último episodio









  

 

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