Descripción


Presentación de la revista digital de la Universidad de Mayores

Esta es la versión digital de la revista Aula Magna, una publicación que aprovecha las virtudes de las nuevas tecnologías –la inmediatez, el aumento de la capacidad, la continua renovación de contenidos… las posibilidades, en suma, de un formato no sujeto a las limitaciones del papel--, pero mantiene el mismo espíritu que ha animado a la revista Aula Magna desde sus inicios, hace una década: servir de vehículo de informaciones, de conocimientos, de contraste de pareceres, de la Universidad de Mayores de Extremadura (UMEX).

La versión digital de Aula Magna es una especie de plaza pública en la que será visible lo que merezca celebrarse o discutirse, lo que merezca conocerse más allá del aula, lo que importe a los integrantes de la UMEX tanto en su condición de estudiantes y como de ciudadanos, porque Aula Magna pretende reflejar la realidad de la UMEX, desde conferencias a lecciones magistrales; desde acontecimientos culturales, divulgativos o de ocio a crónicas de viajes de estudios, y de acoger cuantos asuntos sean de interés para los alumnos.

Cada persona matriculada en la Universidad de Mayores está llamada a participar en la elaboración de la revista digital. Todo el mundo puede aportar su experiencia, sus conocimientos y también sus críticas para difundir, con la mayor riqueza de contenidos posible, la realidad de la UMEX.

Los interesados en aportar ideas, elaborar contenidos, reflejar experiencias, pueden contactar con:

Antonio Tinoco: atinocoardila@gmail.com
Antonio Medina: casacastillo1@telefonica.net
Antonia Marcelo: a.marcelo.garcia@hotmail.es
José Manuel Cordero Paniagua: jomacorpa@hotmail.com
Ramón Brito: rabrigo@hotmail.com
Andrés Sánchez Maján: asmajan51@gmail.com
Antonio Rodríguez Muñoz: rodmunnio@hotmail.com
Antonia Gómez Serrano: pilargs57@gmail.com

jueves, 6 de febrero de 2014

TRIBUNA DE OPINIÓN: ¿QUÉ PASA CON EL CLIMA?

Tribuna de opinión




¿Qué pasa con el clima?




Por Antonio Rodríguez Muñoz*



¿Está afectando realmente el cambio climático a Extremadura? En lo que respecta a esta cuestión y en lo que nos alcanza la memoria, parece que no hemos percibido todavía un cambio a nivel de la gente de la calle. Por más que oigamos decir  que ahora llueve menos, lo cierto es que el índice pluviométrico de nuestra región no se ha modificado y lo único apreciable (por lo que pudiéramos  suponer que ahora cae menos lluvia) es la ausencia, casi total, de aquellas terribles crecidas del Guadiana, domado y sujeto a un caudal menos pernicioso desde los años cincuenta por medio de las presas a lo largo de su cauce.
Otra referencia aparente de aquel tiempo es que los ciclos invernales de entonces se nos antojan más largos, y no lo eran. Cabe recordar tres invernadas recientes, largas y lluviosas -las de 2010, 2011 y el pasado 2013- en las que hubo borrascas casi semanales de octubre a mayo, con algunos daños para la agricultura.

En cuanto al calor, la estadística refleja que el aumento ha venido siendo en términos globales de 0,3 grados por década, y el cómputo  para los últimos sesenta años de 1,8 grados para nuestra región en el supuesto de una uniformidad en el incremento gradual de la temperatura por todo el planeta. A nosotros, no obstante, nos siguen pareciendo los veranos igual de calurosos que entonces, con la diferencia de que en estos días nos es más soportable el calor por el uso casi generalizado de los acondicionadores de aire. 
De todos modos no podemos obviar el hecho irrefutable del cambio climático. Tenemos que creer forzosamente en la estadística y no podemos pasar por alto sus resultados. Pero sea porque el aumento de la temperatura no es rigurosamente progresivo sino más bien fluctuante (con altos y bajos), y estamos teniendo veranos normales que alternan con otros menos calurosos; o porque asociamos el fenómeno con los ambientes de otras latitudes con climas más extremos, el hecho es que no nos preocupa mucho que digamos todo esto, y a veces nos parecen innecesariamente alarmistas algunos científicos que de vez en cuando vienen a asustarnos con sus datos por la televisión.

En lo único patente que la gente corriente notamos que un cierto cambio está teniendo lugar, es la súbita desaparición de algunos insectos,  anfibios y reptiles de nuestros campos. Por ejemplo, en la ausencia casi total de saltamontes. Todos recordamos la abundancia de estos insectos en nuestra infancia, cuando al paso por cualquier campo se levantaban por delante de nosotros cantidades ingentes de “langostos” y ahora es notoriamente difícil ver alguno. La consecuencia lógica de esta mengua es la falta de lagartos de nuestras tierras que tienen en estos bichitos la base de su sustento. Otra escasez notable son las ranas, que podemos con toda seguridad atribuir también a la falta de insectos de los que estos batracios se nutren, así como también en cierta medida a  la impureza de la atmósfera, que afecta de forma seria a su organismo al ser absorbida a través de su compleja y sensible piel.

Evidentemente, la atmósfera ya no es la misma; tenemos, además de lo que generamos nosotros, lo que nos viene de fuera: las emisiones de miles de chimeneas en las otras regiones industrializadas que el viento se encarga de diluir por toda ella. Estas emisiones contaminantes están constituidas principalmente por dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno y anhídrido sulfuroso. Aparte de lo anteriormente expuesto, esta complicación irá en aumento favorecida por nuestros propios malos hábitos refractarios a todo cambio, por más que la televisión sea un magnífico medio para la divulgación de ideas nuevas. Cada vez que ponemos en marcha algunos de nuestros aparatos domésticos -a veces innecesariamente o por periodos de tiempo demasiado largos-, aumentamos la quema de carbón, ya sea en forma de carbón mineral o hidrocarburos, (combustibles fósiles), por lo tanto liberando más monóxido de carbono.

El planeta tiene una relativamente gruesa capa atmosférica que existe como parte de un delicado balance natural. Las radiaciones del Sol pasan a través de ella. Una parte es absorbida por la Tierra, calentándola, y otra rebota hacia la capa atmosférica. La atmósfera es suficientemente gruesa como para mantener atrapada parte de esta radiación rebotada del suelo entre ella y la Tierra, mientras que otra parte de esta radiación escapa de vuelta al espacio. La correcta cuantía de radiación atrapada es beneficiosa porque aporta calor, el cual asegura que la Tierra no se vuelva demasiado fría.

El problema consiste en que esta capa de la atmósfera aumentada por las emisiones que se lanzan desde las zonas industriales del globo: las ciudades, decenas de miles de aviones surcando el espacio y el escape de los automóviles. La atmósfera está reteniendo por esta causa más radiaciones, por tanto haciendo que se caliente el planeta y fundiendo el hielo de los polos y glaciares. Esto es una simple explicación del proceso conocido como calentamiento global.

Trastorno del equilibrio natural por el empleo de productos
químicos y otros contaminantes


Podemos colegir que la causa directa de todo este fenómeno de la desaparición de insectos de los campos extremeños, en gran medida está impulsada también por  el empleo de pesticidas en las zonas de regadíos; unas 260.000 hectáreas en la provincia. Este área de cultivos -comparada con la totalidad de la superficie provincial  de 2.170.000 hectáreas- nos puede parecer de poca influencia para contaminar la superficie de la provincia,  pero no es así; bastaría mucho menos superficie de cultivos tratados con pesticidas para  romper el delicado equilibrio natural.

Tenemos además otro problema bastante común con otras partes del territorio nacional, pero sin compartir el beneficio de la industrialización que lo genera en esas otras regiones, como puede averiguarse con un simple vistazo al río Guadiana a su paso por Badajoz, y sorprende el poco cuidado que hemos prestado a este gran deterioro durante más de  sesenta años que ha causado en los peces y otras formas de vida acuática, así como a la propia salud del río. Sin lugar a dudas motivado por la falta de verdaderas depuradoras a lo largo de su cauce, desde el Valle de la Serena hasta la propia ciudad de Badajoz. Es por lo demás lógico que seamos los pacenses los que suframos el peor estropicio de nuestro querido río al llegarnos éste en las peores condiciones, tras recibir los vertidos de ciudades tan pobladas como Villanueva de la Serena, Don Benito, Mérida, y Montijo, con todos los vertidos procedentes de la industria del tomate en verano

La salubridad del río


En lo concerniente a la contaminación del río Guadiana,  no puede existir una razón que justifique su menoscabo, sobre todo teniendo en cuenta que somos una región predominantemente agrícola y ganadera con una exigua representación de industrias contaminantes. Debemos arreglar de una vez para siempre este asunto del río. En una visita a Mérida hace unos meses pudimos comprobar la extraordinaria labor de acondicionamiento de ambas orillas del Guadiana. Una obra encomiable, muy acorde con la ciudad patrimonio y un maravilloso logro para el disfrute de todos los emeritenses. Badajoz va por el mismo camino de lograr algo muy parecido para todos nosotros con el plan de mejoras de la margen derecha del río y es de esperar que muy pronto todos estemos disfrutando de los paseos por sus orillas ajardinadas, y Badajoz logre ser una ciudad todavía más bonita, con un incremento de las zonas por donde pasear y sentirse a gusto.

Es de suponer que exista un plan paralelo a estas mejoras de las orillas del río para que volvamos a disfrutar de las aguas incontaminadas que nosotros conocimos en la niñez. De otro modo tendría muy poco sentido lógico y práctico el dispendio y el esfuerzo de acondicionar con paseos arbolados y jardines sus dos orillas si después tenemos que pasear por ellas percibiendo la insoportable visión de sus sucias aguas y su pestilente hedor en verano.

*Antonio Rodríguez Muñoz es alumno de 4º curso de la UMEX




 






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