Descripción


Presentación de la revista digital de la Universidad de Mayores

Esta es la versión digital de la revista Aula Magna, una publicación que aprovecha las virtudes de las nuevas tecnologías –la inmediatez, el aumento de la capacidad, la continua renovación de contenidos… las posibilidades, en suma, de un formato no sujeto a las limitaciones del papel--, pero mantiene el mismo espíritu que ha animado a la revista Aula Magna desde sus inicios, hace una década: servir de vehículo de informaciones, de conocimientos, de contraste de pareceres, de la Universidad de Mayores de Extremadura (UMEX).

La versión digital de Aula Magna es una especie de plaza pública en la que será visible lo que merezca celebrarse o discutirse, lo que merezca conocerse más allá del aula, lo que importe a los integrantes de la UMEX tanto en su condición de estudiantes y como de ciudadanos, porque Aula Magna pretende reflejar la realidad de la UMEX, desde conferencias a lecciones magistrales; desde acontecimientos culturales, divulgativos o de ocio a crónicas de viajes de estudios, y de acoger cuantos asuntos sean de interés para los alumnos.

Cada persona matriculada en la Universidad de Mayores está llamada a participar en la elaboración de la revista digital. Todo el mundo puede aportar su experiencia, sus conocimientos y también sus críticas para difundir, con la mayor riqueza de contenidos posible, la realidad de la UMEX.

Los interesados en aportar ideas, elaborar contenidos, reflejar experiencias, pueden contactar con:

Antonio Tinoco: atinocoardila@gmail.com
Antonio Medina: casacastillo1@telefonica.net
Antonia Marcelo: a.marcelo.garcia@hotmail.es
José Manuel Cordero Paniagua: jomacorpa@hotmail.com
Ramón Brito: rabrigo@hotmail.com
Andrés Sánchez Maján: asmajan51@gmail.com
Antonio Rodríguez Muñoz: rodmunnio@hotmail.com
Antonia Gómez Serrano: pilargs57@gmail.com

domingo, 1 de diciembre de 2013

CÁCERES, UNIVERSAL

El casco antiguo de Cáceres, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es de los más importantes de Europa  


Cáceres, universal y eterno


El casco antiguo de Cáceres, tercer conjunto de Europa por su estado de conservación, lleva siglos llamando la atención por su belleza 

Un paseo nostálgico y lleno de recuerdos y vivencias por el escenario de la Ciudad Monumental



*Por Antonio Rodríguez Muñoz

La fama universal de la  monumentalidad de Cáceres puede parecer a algunos un logro  reciente; o  la consecuencia lógica del impulso mediático que le dio el turismo a raíz de  la declaración de su casco antiguo por parte de la UNESCO de patrimonio de la humanidad en 1986. Pero contrariamente a lo que  pueda parecer, los palacios, las iglesias y las casonas de Cáceres llamaron ya poderosamente la atención de los viajeros de otras épocas. Su laberíntico trazado, sus altas torres, las sorprendentes visiones que produce descubrir a cada vuelta de esquina esas sinfonías en piedra que son sus mansiones y sus templos,  evocó en ellos, la más pura esencia de la Edad Media.

El panorama de la ciudad antes de las implicaciones de Extremadura en la  guerra de sucesión al trono de Castilla  en 1474 tuvo que haber sido espectacular. Si hoy nos parece majestuosa la contemplación de la ciudadela con sus torres desmochadas, nos es fácil imaginar cómo tuvo que ser cuando sus esbeltos bastiones permanecían intactos con toda su arrogante altura,  antes de que las piquetas ejecutaran la terrible sentencia de dar con buena parte de su soberbia en el suelo por orden de la reina católica,  después de terminada la contienda contra los que tomaron partido por la  hija de su medio hermano Enrique IV, doña Juana de Castilla, la supuesta hija de don Beltrán. Son precisamente las torres lo que confieren a la ciudad esa estampa majestuosa  cuando se contempla en la distancia, y nos fascina ese aire emblemático de poder que tanto caracterizó a la nobleza castellana de la baja Edad Media; así que no podemos más que lamentar que la ciudad perdiera gran parte de su encanto por medio de esa mengua.

Mi recuerdo de Cáceres rememora un tiempo felicísimo a finales de los años cincuenta viviendo en una ciudad muy semejante a un pueblo grande donde se conocía todo el mundo. Digo un tiempo feliz, porque sin lugar a dudas, la verdadera patria de todo hombre es su niñez, y de mayores lloramos su pérdida como si nos hubieran expulsado del paraíso; aun cuando desde la perspectiva de hoy, para algunos, aquellos años pudieron haber sido una época difícil cuando tanta gente tuvo que marchar a buscarse la vida a otras regiones.  Entonces nosotros no podíamos establecer la diferencia con otro tiempo ni otros lugares,  por carecer de referentes y ser aquello lo único que conocíamos; de modo que a los muchachos, Cáceres  nos parecía la ciudad ideal.

Por aquel tiempo, una eventualidad, vino a revolucionar la vida de aquella pequeña ciudad perturbando toda la tranquilidad que tanto la caracterizaba. Se trataba de una empresa cinematográfica que (aprovechando el incomparable escenario medieval de Cáceres), llegó de Madrid a rodar una película sobre una obra de William shakespeare “The Taming of the Shrew”. Esto del título original de la obra y su autor, lo vine a saber lógicamente mucho después. Toda la ciudad andaba como loca a causa de aquel acontecimiento  que puso patas arriba el tranquilo discurrir de la vida. Nosotros, los chavales, siempre curiosos e inquietos, nos apelotonábamos en los espacios de la vieja ciudad tratando de ver el trabajo de los actores y en muy pocos casos conseguíamos verlos actuar, ya que la mayoría de las veces los trabajos tenían lugar en el interior de los palacios, pero conseguimos ver a algunos famosos del cine de aquel tiempo en los cafés o por la Plaza Mayor y calle Pintores. Aunque  a los principales protagonistas, que eran Carmen Sevilla y Alberto Closas, yo nunca los llegué a ver.

Poco después de rodarse aquella película a la que pusieron el título de “La fierecilla domada” (algo parecido al título original de la obra de shakespeare), llegamos a verla en los cines de Cáceres. A mí me pareció una cosa muy simple aquel filme. Luego de mayor, vi en la televisión inglesa una representación en teatro de aquella obra y poco después tuve ocasión de hacerme con un DVD de la misma  que venia de regalo con una edición dominical de “The Sunday Mirror”. Acordándome de la versión para el cine realizada en Cáceres,  no pude evitar hacer una comparación entre ellas. No tenían casi nada que ver la una con la otra. Así como la película española me pareció un verdadero despropósito, la versión inglesa me pareció la cosa más brillante en teatro de todas las que he visto.

“La Doma de la Fiera” (esa es la traducción en castellano del titulo original) es una obra escrita como un divertimento. Contiene dos argumentos entrelazados. Es la historia de una mujer indomable representada como una broma. La “fiera” es Katharina Minole una mujer de temperamento terrible. Su hermana Bianca es por el contrario de carácter dulce y amable y tiene muchos pretendientes. Según las costumbres de la época, la hermana mayor (Katharina), debe casarse antes que la menor, y uno de los pretendientes de Bianca, Petruchio, idea un plan para casarse con ella.

Petruchio es un joven casadero que en principio quiere casarse con Katharina sólo por el interés del dinero de la dote; pero al final, su oculto encanto cautiva a Katharina, suavizando con perspicacia y habilidad su indómito temperamento. Aunque  Petruchio se propone domar el fiero carácter de la joven y lo consigue por medio del ingenio y la astucia,  triunfa sólo por la razón del amor.

Cáceres ha sido desde el principio un insuperable escenario para estos propósitos. Varias veces he encontrado a equipos de filmaciòn realizando estos trabajos en mis visitas a la ciudad, y tengo fotografías de una de mis hijas cuando niña, en brazos de los actores vestidos con indumentarias del siglo XV al pie de la iglesia de San Mateo.

Guardo en la memoria, como la secuencia de una película, un fugaz pasaje  de la vida que ocurrió mucho después en una de mis visitas, como un instante mágico: fue un domingo en Santa María. Se estaba celebrando una boda. Justo en el mismo momento de entrar en la concatedral, empezó a sonar el órgano que estaba dando las notas de entrada al “Ave María” de Schubert. La emoción sobrevino de inmediato cuando una voz de mujer empezó a sonar desde las alturas del templo. Aquellas notas bajando desde lo alto y volviendo a subir por el aire como una corriente de ondas espirales inundando todo aquel recinto gótico, mantuvieron mi  pecho comprimido por la emoción durante el tiempo que duró el canto y fue otra más de las maravillosas vivencias que guardo de la capital.

La villa, al igual que las pequeñas ciudades castellanas como Ávila, Soria, Zamora, Palencia y otras, sigue teniendo aún ese encanto provinciano y rural que le hace a uno sentirse complacido y seguro, sabiendo que todo lo necesario para vivir a gusto lo tienes a mano, y con la sensación de estar entre gente agradable, y lejos de los conflictos e incomodidades de las grandes urbes. Cada vez que voy a rendirle el tributo de la visita obligada que le debo por el cariño que le tengo, la encuentro más bonita. Es como una mujer guapa que se engalana con acierto. Esto de engalanar la ciudad, hay que atribuirlo al amor que todos sus habitantes sienten por ella, tanto como  al tacto de sus regidores, que conscientes de la gran responsabilidad que les confiere el hecho de administrar una ciudad patrimonio, se aplican a ello con tino consiguiendo ese orden urbanístico y esa armonía arquitectónica coherentes con la importancia del icono que representa Cáceres para la humanidad.

Una de las cosas maravillosas que por lo que parece ya nunca más volveremos a tener, es el pan de Cáceres. Aquel bendito alimento que por sí sólo era exquisito al paladar. Es una pérdida que muchos lamentamos y que no llegamos a comprender el porqué de su desaparición, ni tampoco cómo hemos consentido que haya desaparecido de nuestra vida. La causa de su menoscabo (según dicen) estriba en la falta del cultivo de la variedad de trigo “Candeal”. Pues bien; en Francia donde el pueblo parece ser más amante de sus cosas que nosotros  de las nuestras, no lo permitieron, y el Parlamento tuvo que legislar a favor de que esta variedad de trigo panificable, se siguiera cultivando, y hoy siguen teniendo el mejor pan. Estoy convencido de que si consiguiéramos volver a tenerlo, muchos pagaríamos el doble de lo que se paga por el pan ordinario con tal de poder seguir teniéndolo. El pan de la vieja Norba Caesarina fue un extraordinario logro de su gente, y no hay razón que justifique su pérdida.

Preces desde este rincón de la Baja Extremadura a San Jorge su patrón para que Cáceres siga existiendo tal como la conocemos, para que su encanto prevalezca por siempre, y para que las generaciones futuras puedan tener la fortuna y la felicidad de contemplarla.


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